Supongo que Frau Merkel no sabe jugar al mus. Supongo también que Rajoy, sí. Lleva con un órdago a la chica desde que comenzó su mandato. Si no conoce el mus, Merkel sabrá jugar al poker, que se le parece o lo habrá visto en alguna película de Steve McQueen y pensará que el otro va de farol, como probablemente sucede. Claro que también pueden estar jugando en complicidad oculta. Son los alemanes los que juegan a que Rajoy no pida el rescate al que le empujan el FMI, las agencias de calificación, los misteriosos mercados, los empresarios y banqueros españoles y algún primo que tenga por ahí.
Muy bien, sin problema, ha declarado el presidente del gobierno después de verse con Merkel y en espera de lo que hoy se acuerde en Bruselas. Hay, pues, completa, coincidencia en que el rescate puede esperar, mientras se lanzan miradas de reojo a la prima de riesgo y Moody's o Standard & Poor's enseñan los colmillos.
No hay problema, no, porque los problemas los tiene Rajoy en casa y, además, en los dos órdenes tradicionales en que siempre se dan, el social y el nacional.
En lo social, los sindicatos han fijado huelga general para el 14 de noviembre en acción, al parecer, coordinada con otras en Portugal y Grecia, una especie de frente internacional de clase. Nos espera poco menos de un mes de auténtica traca, con declaraciones explosivas de las autoridades, campañas mediáticas, amenazas patronales y presiones de todo tipo. Es de esperar que el frenesí represivo del gobierno, con la reforma relámpago del Código Penal y las innovaciones interpretativas de las autoridades encargadas del orden público, no provoque mayor tensión ni lleve a situaciones de violencia. Pero tiene toda la pinta. El gobierno y su jerarquía de cargos tienen una filosofía autoritaria que no les deja ver las dimensiones de un problema social y político muy profundo en España y les induce a considerarlo meramente como una cuestión de orden público para lo cual el único tratamiento es la represión y la cárcel, nuevos delitos, mayores penas. Así no vamos a ninguna parte.
En lo nacional también hay un problema serio. El nacionalismo burgués, tanto el catalán como el vasco andan jugando con la independencia, poniendo muy nervioso al nacionalismo español. El nacionalismo español que es un constructo mágico según el cual los nacionalistas son siempre los otros; él, no. Es un nacionalismo patafísico que empieza por negarse y sigue acusando a los demás de ser lo que él es al tiempo que les impide serlo. De todas las intemperancias y los exabruptos de este nacionalismo español en los últimos días, el más notable, como cabía esperar, es el de Esperanza Aguirre, para quien España es una gran nación con 3.000 años de historia. 3000 años, hala, ¿a qué quedarnos cortos? Los tartesios ya eran españoles de pura cepa. ¡Qué! Unos modernos. ¿Qué tal los de Altamira? Además dibujaban toros, o algo parecido, símbolos inmarcesibles de la cultura hispánica.
Añade Aguirre que eso de los 3.000 años deben saberlo los niños en las escuelas, en donde deben aprender historia de verdad y no la que se inventan los nacionalistas. Ella no se inventa nada porque no es nacionalista, sino partidaria de la verdad en la historia y la primera verdad es que España es una nación con 3.000 años de historia. Seguramente esto es lo que Wert llama españolizar.
Pero no todo es esta astracanada. Cien intelectuales catalanes han firmado un manifiesto por el federalismo y en contra de la independencia porque, dicen, están muy a gusto siendo españoles y catalanes. Esta muy bien y es muy oportuna esta iniciativa sobre todo para que los catalanes no crean que el nacionalismo español sea solo cosa de matones de la falange y disparates de la derecha centralista menos evolucionada. También hay un nacionalismo español civilizado. Lo que ha de verse ahora es cuál sea su eficacia. Palinuro apoya asimismo la causa del mantenimiento de Cataluña y el País Vasco en el seno de España. Lo del federalismo es una posibilidad a la que suele recurrirse en momentos de crisis, pero no cabe olvidar que tanto vascos como catalanes tienen derecho a decidir por sí mismos. Y este es el punto crucial del manifiesto federalista: ¿admiten los firmantes que su propuesta es una entre varias y respetan el derecho de autodeterminación de los vascos y los catalanes o no? Porque si es que no, lo del federalismo, incluso el asimétrico, tiene escasa perspectiva.