Nada menos que el 77% de la población comparte los motivos del 25S (el 50% motivos y procedimientos; el 27% restante solo los motivos). El 77% se parece a una mayoría, la mayoría silenciosa que le gusta a Rajoy. Pero ese gusto no tiene reciprocidad. Él no gusta a la mayoría. A la mayoría silenciosa le gusta el 25S.
Una mayoría silenciosa que apoya un golpe de Estado encubierto en la celebrada expresión de la gobernadora Cifuentes. Lo nunca visto. Por cierto, con el 77% de la población perrofláutica, esas listas que dice que tiene o no tiene son muy fáciles hacer. Se coge el censo y se da a todo el mundo por sospechoso. Hay un riesgo de fallar del 23%; pero como es fallar por exceso, es menos grave.
La encuesta de Metroscopia para El País revela no ya indiferencia o desafección hacia los políticos sino incluso hostilidad, franca animadversión. El periódico culpa de ello a la crisis, esa misma que lo ha llevado a él a un ERE que ha encrespado la profesión periodística. Pero la crisis no tiene la culpa de nada, como no la tiene una tormenta o una inundación. La culpa la tienen los que la gestionan. Y justo en el momento en que más necesarios son los políticos de altura por la situación de emergencia, en España contamos con dos ilustres medianías que ni siquiera consiguen ponerse de acuerdo. Y no ya en los asuntos de la gobernación del Reino sino incluso en el modo de reaccionar frente al nuevo actor político-social que se ha impuesto en el marco de la legalidad para cuestionarla, la acción de las multitudes que tienen continuidad en el tiempo y cada vez más marcan el debate público.
Para la derecha ese movimiento es una cuestión de orden público y reacciona muy en la línea de su autoritarismo intrínseco criminalizando comportamientos críticos, aumentando las penas, restringiendo derechos y libertades, imponiendo el estado de excepción de hecho. La autoridad policial española ha puesto además en práctica medidas represivas preventivas, identificaciones masivas de ciudadanos al azar por la calle. Ello no impide que el día de la aprobación de los presupuestos en el Parlamento ya esté convocada una nueva acción de rodear el Parlamento similar a la anterior, quizá con más gentes. Para detenciones preventivas propongo que se habilite un campo de fútbol. Será muy simbólico.
Para la izquierda, el movimiento 15M o 25S o sea cual sea su nombre es un problema. La izquierda socialdemócrata no puede aceptar la desobediencia civil, pero tampoco puede condenarla tajantemente porque es acción politica por razón de conciencia. Por eso viene diciendo la dirección del PSOE que hay que escuchar a la gente. Resulta paternalista porque no basta con escuchar condescendientemente como el sultán bondadoso sino que, además, hay que hacerse oír. Y esa parte de la función la tiene el PSOE aún muy verde.
La otra izquierda, IU, los anticapitalistas, los ecologistas, tienen muchos lazos con el movimiento 15M y aunque este esté emperrado en mantener una actitud ajena a los partidos no puede ignorar que hay acciones conjuntas. Esa denuncia contra tres políticos de IU por defender las manifestaciones del 25S es una de estas, una acción conjunta del 25S e IU. El propósito es que estas acciones conjuntas lleven a una estrategia conjunta. Si IU o Izquierda Anticapitalista o una sociedad de izquierdas se ofrece para canalizar en sede parlamentaria las peticiones del 15M este no perderá nada con servirse de ella sin que eso quiera decir que deba cejar en su forma ordinaria, extraparlamentaria, de producirse.
Hablar de mayoría silenciosa en una sociedad digital carece de sentido. Aquí no se calla nadie. La mayoría silenciosa recurre también a técnicas que podrían llamarse de "guerrilla de oposición". Allí donde aparece algún dirigente a la luz de los focos, se encuentra una contestación organizada ad hoc a través de las redes. Le pasó a De Guindos en la London School of Economics y le ha pasado a Rajoy en Malta. La mayoría silenciosa le ha dicho que su pueblo pasa hambre. Vaya usted a saber qué le dirá a Cospedal, a González, a Mas, etc la próxima vez que vayan a inaugurar algo.
De silenciosa la mayoría ya no tiene nada.