divendres, 3 d’agost del 2012

¡Madre mía!

Cuando se anuncia una comparecencia de Rajoy, el auditorio se divide en dos, como la España de Machado o la capa de San Martín, si bien por distintos motivos. Una parte exige que comparezca y hable para reírse. Es la España festiva, burlona, del humor negro; la que piensa que todos los políticos son igual de granujas y necios. La otra prefiere que no comparezca y no hable para no llorar. Es la España melancólica, triste, fatalista, la que piensa que no todos los políticos son iguales pero que a los españoles nos toca siempre la basura.
En el inmenso aluvión de mentiras, necedades y topicazos que Rajoy soltó en ocho años hay un dicho que resultó ser cierto: "yo soy previsible". Sí señor, verdad a carta cabal. Basta con escuchar diez minutos su farfulleo sobre cualquier asunto para darse cuenta de que, apenas abra el pico, lo que saldrá por él será siempre lo mismo: mentiras, más mentiras, embustes, topicazos abrumadores, lecciones del maestro Ciruelo, necedades llamativas, rodeos, circunloquios, excusas, juicios disparatados y una incapacidad casi congénita no ya de entender la realidad -de la que tiene tanta idea como de cocina tibetana- sino de explicar algo que lo afecte. Su natural desconfianza, su retranca de criado astuto, le aconsejan no hablar nunca con claridad, so pena de que se sepan sus intenciones. En fin, Rajoy, el presidente del gobierno de España que los españoles han votado y los demás líderes europeos tienen ya calado hasta las cachas, con lo que no le hacen caso alguno.
El aspecto más llamativo de este penoso circo de hoy es el hecho de que todas las informaciones que Rajoy maneja, sobre las cuales toma sus decisiones y articula sus discursos, vienen en titulares de prensa estos días: que si Finlandia esto o lo otro; que si Draghi ha dicho o dejado de decir; que si el BCE opina tal o cual; que si todo el mundo sabe que España, etc., etc. Si alguien espera una muestra de que el presidente del gobierno tenga acceso a fuentes y datos no a disposición de cualquiera en un bar tomando una caña, que renuncie. Rajoy no se mueve, ni viaja, ni visita a nadie y nadie lo tiene en cuenta en Europa así que, al hablar, informa a los ciudadanos de lo que estos han leído en titulares en los diarios.
El resto, monsergas de sacristía, puras mentiras, inconcreciones y vaguedades que nos salen carísimas en intereses de la prima de riesgo. Si tuviera algo del sentido común del que tanto presumía en la oposición, ya se habría ido a su casa pues ha conseguido lo que parecía imposible: arruinar un país.
Pero no hay que engañarse ni confiarse. Viéndole representar este papel tan lamentable casi olvida uno que es el principal enemigo del Estado del bienestar, de los derechos de los trabajadores, de los pensionistas, los parados, los dependientes y los jubilados, que es facilitador, cómplice y seguramente directo beneficiario de esta estafa llamada crisis, de este robo institucionalizado a millones de personas.
Palinuro lo recordará siempre: hay diez millones de españoles que lo votaron y, por lo tanto tienen el presidente que han querido y merecen porque estaba más claro que el agua.También son cómplices.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).