Que el señor Agustín Conde, presidente de la Comisión de Defensa del Congreso, y persona a la que no conozco de nada, haya programado una visita al Alcázar de Toledo el próximo 18 de julio no me parece en sí asunto noticiable. Siendo del PP, es probable que Conde sea un fascista a quien encantará ir a rendir tributo a sus héroes Moscardó y demás defensores de la España cristiana. Que la visita sea institucional sí me parece no solo grave sino un atentado a los principios democráticos. Aun así, está dentro de la lógica de las cosas. Con su mayoría absoluta, el PP, partido neofranquista, que no tiene en especial aprecio la democracia, forzará la utilización de las instituciones del Estado en honor de sus nostalgias fascistas. Lo hace siempre que puede: deja intacta la iconografía franquista, condecora a torturadores de la dictadura, se opone a que los familiares de los asesinados recuperen los cuerpos de los suyos, es una larga historia y no extrañará a nadie.
Como tampoco extrañará que los partidos democráticos, ERC, IU y PNV (por ahora) ya hayan manifestado su oposición al proyecto, a veces en términos contundentes, como debe ser.
Lo extraño, lo verdaderamente asombroso es el silencio del PSOE. Y, peor aun, las viscosas, escurridizas afirmaciones del socialista López Garrido. Dice este portavoz de defensa del PSOE que: "Lo primero que pensé cuando vi la citación es que coincide con un pleno extraordinario. No se me había pasado por la imaginación la coincidencia con el 18 de julio. No sé qué haremos y ya lo pensaremos, pero no creo que se haya elegido aposta esa fecha y, en todo caso, la veo incompatible con el pleno". Es el colmo. ¡No cree que se haya elegido aposta esa fecha! De 365 días del año en los que los fascistas pueden homenajear a los criminales que provocaron la mayor matanza de la historia de España, el mejor para ellos es obviamente el 18 de julio. Pero López Garrido no cree que lo hayan elegido aposta. Como conozco al hombre y sé que no es tonto, deduzco que toma por tontos a los demás.
Esta increíble actitud del PSOE (ya el año pasado, Bono leyó una declaración institucional el 18 de julio carente de dignidad y gallardía, como es él) va ayudando a entender este viraje a la derecha del socialismo de un tiempo a esta parte. Zapatero nombró a Dívar, renunció a la separación de la iglesia y el Estado y convocó elecciones un 20 de noviembre con la excusa de que es una fecha "como otra cualquiera"; una mentira evidente que desmienten los franquistas año tras año. Pero la deriva derechista, reaccionaria, está haciéndose ya patente con la actual dirección cuya tarea, al parecer, consiste en apoyar al gobierno ofreciéndole todo tipo de pactos para que le resulte más fácil llevar España a la quiebra, como lo está haciendo.
Pero esto del Alcázar el 18 de julio supera todo lo imaginable. Cuesta creer que una organización como CCOO pueda acabar en manos de un reaccionario al servicio de la derecha como pasó con José María Fidalgo; pero pasa. Cuesta igualmente creer que un partido socialdemócrata centenario como PSOE pueda acabar dirigido por otro reaccionario, insensible a la injusticia permanente que significan los más de cien mil asesinados por los franquistas y aun no repuestos en su dignidad de personas. Cuesta, pero pasa.
Ahora se entiende por qué la ley de la Memoria Histórica, tras meterle mano la entonces vicepresidenta del gobierno, la carcunda Fernández de la Vega, saliera tan enteca, cobarde y miserable como salió. Pero de ahí a que haya un solo diputado socialista en la celebración fascista del Alcázar el 18 de julio media un abismo.
De mí sé decir que, si eso sucede, no volveré a votar al PSOE.
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