Por fin no se consumará la última provocación fascista: la visita al Alcázar de Toledo que el diputado del PP, Agustín Conde, había programado para el 18 de julio con la prepotencia de los de su línea: sí o sí. Al principio solo reaccionaron con dignidad ERC que tachó el plan de broma macabra e IU. Los demás (PSOE, CiU, UPyD, etc) más listillos, o más cucos, o más cobardes, pensaban sumarse al viajecito de la vergüenza a la chita callando. Pero, ante la tremolina que estaba montándose, acabaron dando marcha atrás y tartamudeando excusas y pretextando nimiedades, se desengancharon. Las declaraciones de López Garrido (PSOE) diciendo que no iba a rendir pleitesía a los fascistas (dejémosnos de gaitas: era de lo que se trataba) porque ese día había un pleno son moralmente repulsivas y sitúan a su autor en una penosa luz. Los otros titubeantes, más de lo mismo. Tacharon la visita de despropósito. De despropósito, nada: era una típica provocación, un trágala fascista de la mayoría absoluta, y no decirlo muestra hasta dónde llega la entereza democrática y moral de algunos representantes del pueblo que debieran estar en otros menesteres.
Los fascistas jamás hacen las cosas por casualidad ni al desgaire ni por desconocimiento: siempre tratan de causar daño, de ensalzar sus crímenes, emponzoñar la convivencia y mancillar la memoria de las víctimas. La iniciativa de Agustín Conde era exactamente eso: una provocación para poner a los representantes democráticos (¡vaya representantes!) de rodillas ante los criminales que destruyeron la República, sumieron España en un baño de sangre e instalaron una dictadura totalitaria de 40 años que los historiadores a sueldo de la reacción en la Real Academia de la Historia creo que llaman algo así como el providencial régimen paternalista de su Excelencia el centinela de Occidente. Palinuro, indignado, ya avisó de que, si había un solo diputado socialista en esa afrenta, no volvería a votar al PSOE.
Se ha hecho la cordura y el viaje no se realizará. Pero no porque los diputados hayan tenido el valor, la gallardía y la nobleza de denunciarlo como lo que es (excepción hecha de ERC e IU, honor a ellos): una provocación, sino por el escándalo que se organizó, sobre todo en las redes. Lo llevo más lejos: un socialista en esa visita sería como si el PSOE fuera a escupir directamente sobre la tumba de Besteiro, de Araquistain, de Zugazagoitia, de Largo Caballero, de Prieto, de Negrín, etc, etc. Un crimen solo comprensible en espíritus de siervos y mansos.
El tal Agustín Conde, que no ha tenido el valor de defender su iniciativa y mucho menos declarar sus verdaderas intenciones, ha reaccionado con la ciega furia de los de su cuerda y ha rebasado los límites no ya de la prudencia sino de la misma cordura al decir que no admite que nadie ponga en duda las credenciales impecablemente democráticas de mi partido. Por si alguien lo olvida, es el partido que fundó Fraga Iribarne, ministro del dictador quien se presentó a las elecciones de 1977 flanqueado por otro seis exministros de Franco, la flor y nata de la democracia mundial.
Lleno de ira por no tener el coraje de sus convicciones y verse obligado a disimularlas ante la chusma roja, a Conde se le calentó la boca y llegó a acusar a ERC de haber dado en 1934 "un golpe de Estado a la República", con lo que la furia, el despecho y la inquina se transformaron en pura enajenación mental porque eso precisamente, esto es, un golpe de Estado, es lo que protagonizaron los héroes a los que Conde quería homenajear un 18 de julio por casualidad.