A pesar de haber insistido hasta la saciedad en que es una persona previsible, el presidente del gobierno es de una imprevisibilidad sorprendente. No habla cuando se supone debe hacerlo y lo hace cuando lo prudente fuera estar callado; va a dónde no se le espera y se hace esperar en donde se le espera; niega cuanto afirma y afirma cuanto niega con una tranquilidad tan desconcertante que ni los mejores analistas consiguen averiguar el sentido de su acción; probablemente ni él.
El gobierno está obsesionado con la política de comunicación. Tiene ya preparada la artillería audiovisual que viene a incorporarse a la fiel infantería de la prensa no para informar sobre la realidad sino para interpretarla en el único sentido posible, esto es, el triunfo incuestionable de las políticas del gobierno en el interior y en el exterior. El exterior, de todas formas, está crudo porque fuerza es competir con medios independientes que se empeñan en llamar rescate al rescate en lugar de alguno de esos eufemismos tan del agrado del gobierno, como línea de crédito o préstamo en condiciones muy ventajosas.
La figura de Rajoy en la cumbre de Bruselas era borrosa, más como la de un antihéroe. Presenció el impecable triunfo de la selección española mientras el país era consciente de que en Bruselas se repartían sus pertenencias. Y Rajoy, en el fútbol. Desde luego, un antihéroe. Porque le guste o no le guste a quien habla siempre de la gran nación, España está de hecho intervenida pues su destino se decide en otro sitio, no en Madrid. Pertenece al grupo de los países rescatados, en crisis. Es difícil cohonestar el discurso de la gran nación con el hecho de que este pelotón de rescatados esté provocando una verdadera sublevación de los países ricos de la UE en contra de la ella misma. Y el colofón, como siempre, lo pone Inglaterra en donde se plantea restringir la entrada a naturales de los países en crisis. Originariamente el Mercado Común se había creado para alcanzar la libre circulación de bienes y personas en Europa. Pero ya se ve que no es así. Europa pasa por muy malos momentos.
La estatura europea de Rajoy aparece muy disminuida, casi podría hablarse de una altura negativa, en imitación de De Guindos. Y a eso conviene poner coto de inmediato, piensan los asesores de comunicación, contraponiéndole una imagen de una talla crecida, grandiosa, de estadista con visión de futuro. En España eso quiere decir normalmente acordarnos de la misión imperial, la hazaña transatlántica para compensar por el mal tratro que habitualmente padecemos de Europa en donde nos resulta tan difícil encajar. La Hispanidad, en una palabra, y sus viejas monsergas. Siempre que hay un desencuentro entre España y Europa, el fascio español vuelve a ponerse en marcha por rutas imperiales" aunque sea a pie y con las suelas rotas.
Y efectivamente, aquí tienen ustedes a Rajoy con unas declaraciones grandiosas acerca de cómo a Portugal, Iberoamérica y España nos une el futuro. Por supuesto, también nos une el pasado y el presente pero lo esencial es el futuro, según el orador ejerciendo de estadista. Y ¿con qué motivo sale de pronto el imprevisible Rajoy diciendo estas retóricas simplezas? Pues, según reza la explicación de La Moncloa, orgullosamente expuesta en su página web, con motivo de la celebración de la XXII Cumbre Iberoamericana que se celebrará los días 16 y 17 de noviembre en Cádiz. Tal cual, con motivo de la celebración de un hecho que se celebrará dentro de cinco meses. No había nada más importante ni actual en la agenda y no iban a sacar al presidente hablando del fuego en Valencia, sobre el que da la impresión de no haber dicho nada todavía. Es Rajoy en estado puro, pronunciándose engoladamente sobre una nadería para la que faltan cinco meses, con la actitud de estar haciendo historia. Así intentan los dichos asesores de comunicación de vender la imagen de un Rajoy que cuenta en el mundo, no el cero a la izquierda a quien todos ningunean en Europa y que va luego por ahí farfullando cantos de victoria.
Por lo demás y a la vista del futuro que prepara para los españoles, de ser latinoamericano o portugués, no me haría nada feliz saber que el mío está ligado al de los infelices españoles, gobernadoscomo Dios manda.
Por lo demás y a la vista del futuro que prepara para los españoles, de ser latinoamericano o portugués, no me haría nada feliz saber que el mío está ligado al de los infelices españoles, gobernadoscomo Dios manda.
En cambio expedientan a Juan Morano por desobediente en el asunto del carbón. Conozco a Morano hace mucho tiempo y me parece un hombre honrado, condición no muy extendida, y un poco terco. Aunque imagino que la terquedad es una virtud política. El caso Morano pone de relieve el problema de los lìmites de la acción individual en el seno de un partido. Muy estrictos en el caso del PP, mucho más que en el PSOE o la izquierda en sentido amplio. La derecha no tolera desviaciones de la Línea General.Los diputados y senadores representan al pueblo español pero no se supone que actúes según su conciencia, sino según las directrices de su partido que es quien paga sus nóminas. Desde este punto de vista, Morano es un traidor. Justo por actuar de acuerdo con su conciencia.