(La primera imagen es una caricatura de DonkeyHotey; la segunda una de aeneastudio, ambas bajo licencia de Creative Commons).
Hoy es un día decisivo. Se inicia la llamada Cumbre del Crecimiento en la que se verán las caras las dos posibles de la Unión Europea, no en una visita protocolaria sino en un contexto formal de negociación. De un lado, la figura ascendente de François Hollande, quien representa la última esperanza de parte de la izquierda. Otra parte no confía en el nuevo presidente, al que considera el reverso de Sarkozy en la sola moneda de la derecha con sus dos caras. Del otro, la estrella declinante de Angela Merkel. La dama se encuentra al final de su mandato y ha venido perdiendo las últimas elecciones en los Länder. Con todo, sigue siendo la punta de lanza de la derecha europea neoliberal. Su figura señera se alza en un panorama desolador de quiebras, intervenciones, recortes, estrecheces y suicidios. En términos pugilísticos es un primer asalto en el que los contrincantes anunciarán sus pretensiones y medirán sus fuerzas en un momento crítico con el euro en entredicho y la misma Unión, como suele, a punto de fracasar.
Hollande encabeza el enfoque de la izquierda que pide atemperar las medidas de austeridad con otras de estímulo, que se permita algo de keynesianismo y no todo sea Von Mises, Hayek, Friedman a palo seco. Pero ese enfoque es ideológico y no tiene detrás una batería de países en apoyo, cosa muy necesaria en las negociaciones de la UE. El único país que respalda y no de modo total, es Italia. Los demás aliados de Hollande podrían ser aquello otros que están intervenidos, lo cual los pone fuera de juego. La izquierda española, encendidamente hollandista, no gobierna. El único apoyo de Hollande es el de Obama, transatlántico y de poco peso por tratarse del consejo de un mirón. La posición de Hollande, pues, no es muy airosa ni consistente. Par dessus le marché los alemanes saben que el presidente está pendiente de las elecciones legislativas de junio. Si estas se le tuercen, ya veremos qué tipo de cohabitación se monta entre el Elíseo y el Hotel Matignon pero, en todo caso, influirá en la acción de la Presidencia.
A su vez, Alemania acude apoyada en una sólida retaguardia de Estados continentales, Finlandia, Austria, Holanda. Es casi un frente imperial en favor de la continuidad de políticas neoliberales en píldoras de caballo del doctor Hackenbush, según el espíritu del Consenso de Washington, hoy convertido en Diktat de Berlín. La posición negociadora de Merkel es sólida pero juegan en su contra dos factores, el hecho de que pueda perder las elecciones legislativas del año que viene, como ha sucedido con todos los gobiernos en la crisis y el creciente descontento con sus políticas incluso en su propio país pues ya han tenido tiempo suficiente para probarse y han resultado siempre contraproducentes.
A nuestra vez, los españoles, según hábito, con el paso cambiado. El país está al borde de la intervención, practicamente intervenido mediante unos censores, especie de cuestores que nos ha enviado el imperio comunitario a fiscalizarnos las cuentas. Por eso mismo, nuestro interés reside en alinearnos con el francés, en demanda de mejores condiciones, ayudas europeas, capitalización de los bancos y la vieja ilusión de los eurobonos de los que los alemanes no quieren oír hablar. El gobierno ha hecho lo contrario. Gran adalid del neoliberalismo, ha rechazado los eurobonos, el demonio, sus pompas y sus obras, ha sometido a su pueblo a una cura de austeridad que tiene a la población movilizada en huelgas y manifestaciones tan multitudinarias y numerosas como la de la enseñanza de ayer y se ha puesto directamente a las órdenes de Merkel en la esperanza de conseguir algún trato de favor por vía de enchufe con la Canciller. Todavía más, no contento con los sacrificios impuestos, Rajoy ha decidido echar el país a los leones y ha contratado con unas empresas privadas del negocio de la calificación y la acreditación el examen de la salud del sistema financiero español. Una de las tales empresas había calificado de "excelentes" unos bancos irlandeses que hubo que nacionalizar acto seguido. Esto quiere decir que el gobierno se somete a las órdenes de los mercados incluso aunque sean erróneas y hasta ilegales, cuando no delictivas. Hay aspectos en los recientes planes de desarrollo de infraestructuras y edificabilidad que frisan lo penal.