dimarts, 10 d’abril del 2012

¿Y si España quiebra?

A juzgar por la oposición del PP al anterior gobierno del PSOE, las críticas que le hizo, los remedios que proponía, las prisas por desplazarlo mediante elecciones anticipadas, el acoso permanente, sin darle tregua ni descanso y la labor de zapa que Aznar hacía en el extranjero, las cosas debieran estar prácticamente solucionadas, la sangría contenida, las fuerzas recobrándose, la confianza recuperándose, los brotes verdes refulgiendo en un ya visible final del túnel.

Sin embargo, la situación es muy otra. Exactamente la contraria: ahora estamos, incluso, peor que antes porque ya ni siquiera existe la posibilidad de una alternativa política ordinaria. La prima de riesgo está en zonas zapateriles y el capitán del navío corre azorado de un sitio a otro, tapando vías de agua, sin un plan previo, sin idea de lo que sucederá un minuto después.

El autoritario gesto de ayer de anunciar un recorte suplementario de 10.000 millones de € con las bolsas cerradas es una decisión de tirarse a la piscina a la desesperada antes de saber si hay agua o no. El anuncio a bombo y platillo del supuestamente durísimo presupuesto, celosamente escondido hasta las elecciones de Andalucía, no solo no calmó los feroces mercados sino que los encrespó más. Por si fuera poco, algunos dirigentes europeos, como Sarkozy y Le Pen, dedicaron el finde a meter a Epaña en el saco griego. Rajoy pierde los nervios y comete el disparate de anunciar el recorte suplementario, con lo que ha terminado de hundir su crédito. Porque, si después del presupuesto más restrictivo de la historia de la democracia, queda sitio para 10.000 millones más, una de dos: o se mintió en el presupuesto o aquí se confía en que los miles de millones caigan del cielo como el maná. Probablemente se trata de lo segundo ya que, sobre anunciar el recorte en nota de prensa, como si fuera un festival, el gobierno se niega a explicar de dónde se recortará en concreto, probablemente porque ha calculado los 10.000 millones al tuntún.

La oposición del PP al PSOE en el gobierno no estaba basada en un estudio y diagnóstico razonado de la situación y una batería de propuestas para remediarla sino simplemente en la urgencia de desplazar a los socialistas y reconquistar el poder. A esa finalidad se sacrificó todo, incluso la obligación de presentar una alternativa a discusión pública. El PSOE hablaba entonces de programa oculto. Pero no era cierto. El PP no tenía programa oculto porque no tenía programa, como se ha visto en sus cien días de gobierno, llenos de contradicciones, ambigüedades, rectificaciones e indefiniciones. Achacando siempre sus males a la "herencia recibida", Rajoy no ha hecho otra cosa que formular ocurrencias e improvisaciones, justo lo que criticaba a Zapatero. ¿O es que cabe calificar de otra forma la amnistía fiscal a los ricos cuando el mismo que ahora la formula la condenaba como una "ocurrencia" un año y pico antes?

A la irresponsabilidad de postularse como gobierno en momentos de crisis sin tener ni idea de lo que está pasando, el PP ha añadido otra de mayor envergadura consistente en sacrificar el interés general del país a los particulares del partido en las elecciones de Andalucía. Si no hubieran ocultado el presupuesto noventa días, ahora no sería necesario que Rajoy pretextara razones de urgencia y necesidad casi mortales. En definitiva, la gestión del PP no solo ha sido errática sino tremendamente irresponsable; tanto que cabría descubrirle un aspecto penal.

Imaginemos que, atrapada en la espiral griega, España quiebra, que no puede pagar sus deudas, que es insolvente. Ha pasado en Irlanda, Grecia y Portugal. ¿Por qué no aqui? Desde luego no será por las seguridades que dan los políticos. Después de haber escuchado a Rajoy decir que recortaría en todo excepto en pensiones, sanidad y educación, ¿qué valor puede tener que González Pons diga que en 2012 no subirá el IVA? ¿De dónde sale su seguridad? De la misma fuente de la que brota la de Guindos cuando dice a los alemanes que España saldrá del brete por sus propias fuerzas o la de Rajoy cuando asegura que el país cumplirá sus compromisos. Si bien el mismo Rajoy, que ha recibido una dura lección de una realidad para él desconocida, ya admite la hipótesis mala cuando afirma que España cumplirá aunque a él le cueste el puesto. Y el asunto puede ser peor. El puede perder el puesto por el fracaso de su gestión y España puede incumplir.

Si esta hipótesis se diera, habría llegado el momento de que la iniciativa ciudadana forzara una reconsideración política de la situación, una fórmula política extraordinaria. Ya hay quien la propone bajo la forma de un gobierno de concentración si las cosas se ponen más chungas de lo que están. Pero también pueden estudiarse otras posibilidades. Habría llegado quizá el momento de enjuiciar públicamente la gestión de los gobiernos, especialmente el del PP, responsable directo del fracaso, al estilo islandés. ¿Por qué no? Los gobernantes deben saber que postularse de modo irresponsable para dirigir un país sin capacidad de hacerlo y solo por el afán de mandar e imponer criterios ideológicos y morales propios, llevándolo luego al fracaso y a la ruina, tiene un coste y que, una vez puestos a dirigirlo, supeditar sus intereses a los electorales de su partido multiplica por mil ese coste.

A estas alturas todo el mundo sabe que la crisis no es una crisis sino una estafa. En toda estafa hay estafadores y estafados. Se trata de averiguar del lado de quién está el gobierno y en favor de quién ha actuado.


(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público.