dijous, 29 de març del 2012

La huelga es un éxito.

Parece otro acierto del sondeo de Metroscopia de El País hace unos días, que vaticinaba un enteco seguimiento de la huelga general de un 30%. Ya el patinazo de las elecciones andaluzas incitaba a pensar que traducía un estado de ánimo distinto al registrado en las encuestas y que podría actuar como catalizador de otro más general, español.

Y puede que sea eso lo que ha pasado. Los medios han seguido la huelga (¡y cómo!) pero la información no se ha interrumpido porque iba y venía por las redes, especialmente twitter, en donde las cosas se saben antes de que hayan terminado de suceder. La huelga ha creado un clima de huelga. La primera señal llegó con la pantalla fija de Telemadrid. Los madrileños hemos entendido que el mundo sigue sin estar escuchando a todas horas las desagradables admoniciones de Aguirre y sin tener que compartir necesariamente sus volubles estados de ánimo.

Después vino un torrente de noticias: las fábricas de automóviles todas paradas; los servicios de basuras de 75 ciudades, parados; Mercamadrid, Mercasevilla, etc, cerrados. Por supuesto los medios de la derecha dirán que la vida corre como de costumbre. Pero los ciudadanos ven que no es así. TV1 y TV2 en servicios mínimos, el metro de Madrid en servicios mínimos. Eso no es normal. Cae el consumo eléctrico y tampoco es normal.

Hay piquetes en todas partes. Ha habido estallidos aislados de violencia. Curiosamente, los primeros han sido agresiones a los piquetes, no de los piquetes; agresiones a los huelguistas, algún policía de Extremadura que ha disparado una pelota de goma al aire porque se le había escapao o un empresario de Cantabria que, al parecer, ha apuñalado a una mujer de un piquete que, en fin, tampoco es algo que suceda todos los días.

A la derecha cabe admirar la portada de ayer de La Razón, a la que muchos llaman La Ración, que es un diario claramente de partido. Algo así como El socialista o La conquista del Estado. Es una pintoresca portada incendiaria que trata de echar a la patria encima de los huelguistas, con lo que estos ya sientan plaza de "antiespañoles", concepto muy socorrido de la derecha española desde los tiempos del Caudillo, español de pro. Por si fuera poco ser "antiespañol", los sindicatos son una especie de sabandijas que se nutren del fondo de reptiles. Este tremendismo injurioso es compatible con algo tan ridículo como estrafalario, esto es, pedir que se trabaje por España a un país con cinco millones de parados. Cuando el adversario se pone tan nervioso, la huelga es un éxito.

El gobierno ya ha dicho que no cambiará un ápice de la reforma laboral. Da por descontada la huelga y entiende que mantiene intacta su legitimidad, cosa irrelevante por entero porque nadie la cuestiona, lo que se cuestiona no es la legitimidad del gobierno sino su decisión de agredir por vía normativa a los sectores más débiles de la sociedad y a los trabajadores y de despojarlos de sus escasos derechos.

Por cierto, y para terminar, ¿pueden explicar los diputados del PSOE por qué no están en huelga? Quizá tengan sus razones, pero deberían exponerlas a un país que ha visto una huelga de jueces. Como imagino que no lo hacen por los haberes cesantes, supongo que aducen la razón de que los poderes del Estado no pueden ir a la huelga. No se ve por qué no, máxime si se recuerda que pueden dejar unos servicios mínimos, por ejemplo, la Diputación Permanente del Congreso o lo que quieran. Pero no se entiende que los diputados socialistas estén calentando los escaños cuando los dos sindicatos mayoritarios del país han llamado a huelga general. Y general quiere decir general.

(La imagen es una foto de gaelx, bajo licencia de Creative Commons)