Todo el mundo recordará, pues aún están muy frescas, las reiteradas afirmaciones y declaraciones de la izquierda llamada "transformadora", esto es, IU/PCE y grupos y organizaciones afines, de que el PP y el PSOE son lo mismo, que persiguen fines análogos. Su fórmula más gráfica fue PSOE-PP la misma mierda es, estilizada en el anagrama PPSOE. La misma "mierda" al servicio del neoliberalismo, en contra del Estado del bienestar y de los derechos de los trabajadores en general. Esa propaganda suscitaba reacciones irritadas de parte de los socialistas pero, significativamente, no del PP a quien, por supuesto, tan desatinada igualación beneficiaba.
A la vista de las medidas adoptadas por la derecha en sus primeros dos meses de mando, de las que están por venir, de las exigencias de la iglesia católica y la patronal a las que el gobierno se allana con verdadera fruición, es ya patente que aquella equiparación de la socialdemocracia y la derecha neoliberal era una mentira. Su propagación sólo podía atribuirse a un juicio completamente estúpido o a la torcida (y no tan oculta) intención de ir contra el socialismo democrático y favorecer los intereses de la derecha. Pero que sea hoy ya evidente no quiere decir que vaya a abandonarse. Al contrario seguirá esgrimiéndose en los debates políticos porque no es un error de cálculo conyuntural sino parte de una política deliberada de la izquierda de tradición comunista que, desde sus orígenes, ha preferido siempre combatir al socialismo democrático antes que a la derecha, incluidas sus formas más extremas, el nazismo y el fascismo. Es una historia antigua que cabe recordar.
Poca gente negará hoy que el hundimiento de la República de Weimar y el ascenso del nazismo en Alemania a fines de los años veinte y comienzos de los treinta del siglo XX se debieron en gran medida a la alianza táctica de comunistas y nazis en contra de los partidos centristas y los socialdemócratas, a quienes los comunistas llamaban "socialfascistas", igual que ahora los llaman "neoliberales". La llegada de los nazis al poder, la dictadura de Hitler y la persecución de comunistas y socialistas obligó a los primeros a revisar su línea de acción, dar un giro de 180º y propugnar la política de alianza con los socialistas que cuajó en los llamados "Frentes Populares" a partir del VII Congreso de la Internacional Comunista en 1935. Pero se trató de un breve interregno. En 1939, con la firma del Pacto germano-soviético (Ribbentropp y Molotov), se retornó a la colaboración entre nazis y comunistas y los socialdemócratas volvieron a ser los "enemigos de clase".
Durante la guerra fría, los comunistas siguieron denunciando a los socialdemócratas como agentes del imperialismo, lacayos del capital, inventores de la fórmula del Estado del bienestar que, para aquellos, no era otra cosa que un intento de desmovilizar a la clase obrera y someterla a sus explotadores. Solo en contadas ocasiones (la Unidad Popular de Chile a comienzos de los setenta o el "Programa Común de la izquierda" en Francia a fines de ese decenio) se pudo establecer algo parecido a una unidad de acción de la izquierda, mientras el resto del tiempo la política comunista siguió siendo de confrontación con el socialismo democrático. El llamado Eurocomunismo francés, español e italiano fundamentalmente también en los años setenta pretendía desplazar a la socialdemocracia hacia la derecha para ocupar su lugar.
En España, en los años noventa, la política de Anguita de "las dos orillas" (en una, la alianza de la derecha y el PSOE y en la otra la verdadera izquierda) fue una ayuda inestimable para que el PP ganara las elecciones de 1996. La crítica del PSOE a la supuesta "pinza" entre el PP e IU/PCE no era más que la respuesta a la afirmación de estos últimos de que el PSOE y el PP estaban en el mismo campo y defendían los mismos intereses.
La cosa viene de antiguo y no es nueva. Pero ahora que, con su flamante mayoría absoluta, la derecha está destruyendo todas las conquistas y los derechos conseguidos por los trabajadores en los últimos cien años, incluido como se ve el derecho de huelga, es un buen momento para plantear con claridad si esa política de confrontación con la socialdemocracia en nombre de una supuesta "verdadera" izquierda radical y transformadora (que, por supuesto, no ha transformado nada) no es el resultado de la necedad, la irresponsabilidad o la intención, apenas oculta, de favorecer a la derecha que ha conseguido desmantelar la protección jurídica de los trabajadores, retrotrayéndolos prácticamente al siglo XIX. En fin, que la insistencia en la estupidez no la hace menos estúpida.