Rubalcaba señalaba el otro día que el PSOE debe hablar con una sola voz en toda España. Muy cierto. Yo añadiría: y fuera de España, también. Es preocupante esa intención del PSC, aprobada en un reciente congreso, de tener voz propia en Europa, más que nada porque el momento para anunciarla es el peor posible. En este proceso de recuperación el PSOE necesita unidad de voluntad y de acción y una división de este tipo contribuiría a debilitarlo.
Por fortuna, Carme Chacón, que parecía inclinarse en un principio del lado catalanista, ha reafirmado asimismo el criterio de la única voz, reconociendo que primar el discurso territorial sobre el social fue un error del pasado. En efecto, el PSOE es un partido español y no debe fragmentarse en nacionalismos. De hecho ya tiene uno, el nacionalismo español. Más adelante, en circunstancias de normalidad, será prudente que abra un debate sobre él. En un mundo en el que hasta un conservador como Cameron admite el derecho de autodeterminación de Escocia, carece de sentido que el nacionalismo del PSOE sea como el del PP, cerrado y excluyente. El nacionalismo no tiene por qué ser contrario al derecho de autodeterminación. Las naciones (y, por ende, sus nacionalismos) son fuertes cuando quienes las integran lo hacen voluntariamente y no a la fuerza y sin que estos asuntos puedan siquiera debatirse. Pero eso será más adelante, salvada esta situación de emergencia. De momento es vital que el PSOE tenga una única voluntad y una sola voz para manifestarla.
Pero a la voluntad única de los organismos colectivos sólo puede llegarse mediante la imposición dictatorial o el libre y abierto debate interno. Obviamente descartada la primera, corresponde fomentar el segundo. El debate debe ser a fondo, sin límites; nada debe reputarse "indiscutible". Pero, una vez concluido, y formulada la voluntad única, todos deben hacerla suya con independencia de la actitud que hubieran mantenido anteriormente. La decisión de la mayoría es la decisión de la colectividad. Es el abecé del comportamiento democrático.
¿Ayuda a tal finalidad la propuesta, al parecer planteada por Chacón, de que haya un debate entre ella y Rubalcaba? Es dudoso y la prueba es que los dos candidatos se han apresurado a aceptar la decisión de los órganos directivos de que no lo haya. Es dudoso por prematuro y precipitado. Las reformas deben hacerse a su ritmo. Bastante es que se hagan primarias y sean abiertas. No es cosa de introducir un nuevo factor de consecuencias no suficientemente aquilatadas. Los discursos de los candidatos deben ser paralelos porque, teniendo ambos la misma voz, ésta posee registros distintos y en función de ellos decidirá luego el electorado. Los discursos no pueden ser antagónicos, cosa que serán indefectiblemente si se formulan en un contexto de debate. Porque, a los efectos de singularizar la propia posición, los candidatos corren el peligro de inventarse las discrepancias. La discusión no puede hacerse al modo de un duelo personal entre los dos candidatos que pretenden imponerse cada uno por su lado, sino al de dos litigantes que tratan de convencer a un tercero, en este caso su auditorio, los electores, que han de funcionar como un jurado encargado de decidir entre dos opciones distintas. Lo primero es, por tanto, definir esas opciones y ver en qué son distintas objetivamente.