Dice Mariano Rajoy que sólo las elecciones anticipadas han salvado a España del colapso. En su día Palinuro consideró que el adelanto electoral fue un error. Salvas contadas excepciones, quien en un conflicto hace lo que quiere su adversario no actúa sabiamente. Pero está hecho. Especular como hace Rajoy sobre qué hubiera pasado de no haber anticipo es un ejercicio inútil porque no se sabe. En cambio sí se sabe, porque se hizo público ayer que, aparte de afanar presuntamente la pastuqui a puñados en diferentes administraciones del PP, la Gürtel proporcionaba mujeres a sus cómplices en unas orgías que son fáciles de imaginar. Presuntamente, claro está; tan presuntamente como las menores que prostituía Berlusconi.
Es decir, el adelanto de las elecciones sí que ha servido para que no se conozca por entero el sumario de la Gürtel antes del día de la votación. La gente va a votar sin saber hasta dónde llega la trama, a quién más afecta y qué otras fechorías hayan cometido (presuntamente) los implicados. Eso sí está claro. Como lo está que beneficia a Rajoy. Votar por éste es votar por un partido que, afectado de lleno por la corrupción, no solamente no ha hecho nada por facilitar la acción de la justicia sino que, a veces, ha atacado a la policía, los fiscales y hasta algún juez que otro cuando sus decisiones no le agradaban.
Votar por Rajoy es votar por quien pone en duda la solvencia de España y, con ello, contribuye a que los mercados ataquen con mayor saña. Es lo mismo que hace Aznar por donde pasa: torpedear el crédito y el estatus internacional de España sólo por su afán de atacar el gobierno. Así que votar por Rajoy es votar por Aznar que parece ser quien marca la pauta en el PP.
A cinco días de las elecciones, votar por Rajoy es votar por fe en el caudillo, ya que sigue sin haber un programa electoral claro. Nadie sabe qué medidas concretas tomará el PP en prácticamente ningún campo bien porque las declaraciones sean ambiguas bien porque sean contradictorias. Rajoy asegura que no tocará la sanidad ni la educación públicas, pero no dice que se trata de competencias transferidas y que las Comunidades Autónomas del PP llevan años haciendo recortes en estos campos. Tampoco hay modo de saber qué sucederá con las pensiones, ni con los convenios colectivos o la política fiscal.
Votar por Rajoy equivale a renunciar a derechos como el matrimonio homosexual, el aborto, la muerte digna o la igualdad. Porque, aunque el candidato suela evadir estas cuestiones, tanto por los recursos que tiene planteados en el Tribunal Constitucional como por lo que diversas instancias del partido dan a entender, la intención en este terreno es claramente involucionista.
Por no saberse ahora ya no se sabe si se mantendrá en vigor la ley antitabaco puesto que el candidato ha insinuado que podría "haber excepciones" a la prohibición de fumar en espacios públicos. O sea, que se puede derogar la ley. Teniendo en cuenta que una mayoría absoluta del PP posiblemente pedirá que las corridas de toros se declaren patrimonio de la humanidad, se sigue que votar por Rajoy es votar porque los españoles vuelvan a ser muy machotes.
De puro obvio no es preciso mencionarlo: votar por Rajoy es votar por la recristianización de España, que volverá a ser avanzada de Occidente, como sueña monseñor Rouco Varela quien ya cuenta no como sueño sino como realidad tangible con la eliminación de la Educación para la ciudadanía. Según sea de absoluta aquella mayoría quizá pueda substituirse esta demoniaca materia por una sobre la vida y milagros de San José María Escrivá de Balaguer.
Tal como están las cosas, abstenerse es votar por Mariano Rajoy. Por este Mariano Rajoy.
(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).