Estimado Bono: me ha divertido su carta con motivo de mi prematura y transitoria retirada de la vida pública, debida a la falta de adhesión de quienes me lo deben todo al proyecto que encarno desde los tiempos del invicto caudillo de cuya gloriosa presencia estará el Señor disfrutando en este momento. Desde que lo conozco he dicho que a pesar de ser usted un híbrido de falangista y rogelio, tenía algo aprovechable, probablemente heredado de su padre, razón por la cual, siempre propuse que, si había que volver a alzarse por el bien de España a usted lo fusiláramos el último.
Permítame que no lo tutee, como hace usted atolondradamente conmigo. Eso, joven, sólo se acostumbra entre camaradas y, usted, aunque apunte maneras, todavía no lo es. Le ruego que no se moleste. Las cosas tienen sus tiempos y no hay que forzarlas porque pueden torcerse y se hace luego preciso enderezarlas y llevarlas por el recto camino lo que no siempre es agradable.
En una visión superficial, ñoña, inficionada de machadismo como la suya, los españoles tenemos algo de cainitas, pero no le admito que eso nos empequeñezca. Ni siquiera a usted, que más pequeño no puede ser. Ya el Alzamiento, el postalzamiento y el postpostalzamiento dieron cuenta de los caínes marxistas que había en España, sembrándolos por las cunetas del solar patrio que lleva más de 70 años de gloriosos abeles reciamente imperiales, así que déjese de monsergas, joven, y vayamos al grano, que no estoy yo para perder el tiempo con sensiblerías izquierdistas.
Dice que a usted y a mí nos une mucho más que lo que nos separa. Puede ser, mi querido amigo. Lo que no entiendo es qué une a usted con la morralla socialista, seguidora de aquel semianalfabeto de Pablo Iglesias por más que, según me cuenta el camarlengo Bertone, pretende usted que el Papa canonice al tipógrafo, aprovechando su apellido. ¿Será, pues, cierto, que aspiraba usted a la Secretaría General del PSOE para convertirlo en PCOE, Partido Católico Obrero Español? No me extrañaría, ya que observo en usted una marrullería albaceteña y, por tanto, morisca, un centrismo afeminado que no me gusta un pelo, como cuando hizo usted desfilar hombro con hombro a un héroe de la División Azul con un criminal de las brigadas internacionales. ¡Cual si fueran lo mismo! Si hubiera estado allí le hubiera arreado dos guantazos por muy ministro que fuera usted, porque nunca me han gustado las medias tintas ni los pasteleos, típicos de seudoespañoles sin nervio y sin tirantes.
Mire usted, Bono, no me importa que diga en esa carta que escribe como presidente del Congreso de los Diputados y, por lo tanto, en representación de todos los españoles, (razón por la cual hay gente muy molesta con usted) que colaboré a "que llegase la democracia" porque, al fin y al cabo, en ese recinto se han dicho estupideces mayores. ¡Si lo sabré yo que allí me sentaba con mi camisa azul a escuchar al Caudillo de quien aprendí la verdadera democracia! Usted mismo las dice de a kilo. No me importa pero, caramba, Bono, no sea usted pelota. Lo que yo hice fue oponerme con todas mis fuerzas a su democracia y, aunque no conseguí eliminarla por completo, sí la demedié bastante. La mejor prueba es que está usted en donde está. Así que, para decirlo con mi llaneza habitual, no me toque usted las narices. Mi democracia la puse en práctica en Vitoria pero, por desgracia, al no estar el horno para bollos, no pude cargarme suficientes rogelios, fallé la memoria del invicto en el campo de batalla y hube de hacerla respetar en algunas sabias disposiciones de la Constitución que, como sabe usted muy bien (y, en el fondo, celebra) mantienen en lo esencial el gran legado de aquel hombre clarividente.
Dice usted también que colaboré a que "los extremismos se encauzaran en medida muy relevante". Mire que es usted cursi, caballerete: no había ni hay más extremismo (gloriosa pasión joseantoniana) que el nuestro, el de los herederos del 18 de julio, encauzado primero en Alianza Popular y luego en el PP, en donde estamos los hombres de verdad, las mujeres-mujeres y los sanos regionalistas. En ese otro batiburrillo de soplagaitas, maricones, vegetarianos, ecolotontos, marimachos, beatorros, pacifistas, bolleras, sudacas y separatistas en el que milita usted nadie tiene lo que hay que tener para ser extremista de Santiago y cierra España. Ni siquiera usted que en esto de cerrar unagrandelibrearribaejpaña trata usted de imitarme cuanto puede pero sin conseguirlo porque no tiene agallas para giñarse en la ikurriña y limpiarse el trasero con la cuatribarrada como hacemos los hombres.
Sabe usted que lo aprecio Bono pues, a pesar de sus años, parece usted un curita misacantano y tiene gracia, pero no me llame "patriota de bien" porque eso supone que hay "patriotas de mal", los que nosotros llamamos "antiespañoles", que abundan en su partido. Es comprensible que ande usted buscando otro arrimo, ahora que ya no lo quieren ni los suyos. Pero, canastos, no haga más el ridículo y menos invoque usted el nombre de Dios en vano. Camino y vida... Lo que tengo que oír a mis ochenta y nueve años. Camino y vida...
(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).