La propuesta de unidad de la izquierda de IU está dividida antes de forjarse. Ya decían los griegos que ni los dioses escapan a su destino. La propia IU quiere que esa unidad conste de ella misma (que es una coalición) con Izquierda Anticapitalista (que es una escisión de IU) y EQUO (un debutante) y lo que caiga del 15-M. Pero Llamazares, al frente de su flamante y nuevo partido, Ia (para distinguirlo de IA) quiere que la unidad se configure como un frente amplio que, además de los mencionados, incorpore el BNG y ERC y, los nacionalistas gallegos y los catalanes. Es decir, podemos hablar de dos propuestas, un frente amplio y un frente angosto.
En lo único en que las dos parecen estar de acuerdo (y digo parecen porque no acabo de creerlo) es en excluir tajantemente de la unión de la izquierda al PSOE por ser un "partido de derechas". Dentro de lo que cabe es bueno que, cuando menos, se entienda algo -aunque sea tan pintoresco- en el guirigay habitual que impera en IU y sectores afines. No se olvide que a la nube de siglas ya mencionadas (y otras que también opinan) han de añadirse diversas iniciativas sociales como mesas de convergencia, manifiestos de intelectuales y documentos de profesores, todos ellos abogando por la unidad y actuando cada cual por su cuenta. "Veo lo mejor y lo apruebo; pero hago lo peor", decía Virgilio. No es de extrañar que este galimatías sólo pueda coincidir en una reducción al absurdo: el PSOE es un partido de derechas; y cuando lo único en que uno coincide con otros es en un absurdo en realidad uno no coincide en nada.
Según este punto de vista en las pasadas elecciones de 2008 veintiún millones y medio de ciudadanos votaron a la derecha; el 66 % del cuerpo electoral y el 82 % de los votantes. Váyase tranquilo, Sumo Pontífice, que España es abrumadoramente de derechas. Esto es absurdo, ¿verdad? Confrontada con este absurdo, la Internacional Comunista en los años veinte y treinta del siglo XX (que este sambenito de la derecha ya viene de lejos) distinguía en la socialdemocracia unos jefes traidores y una militancia engañada. Admirable tacto con el que añadía la injuria al insulto y que hoy se repite con igual fortuna: los once millones de votantes del PSOE que creen votar a la izquierda son unos infelices que no saben lo que hacen. Los únicos que lo saben son las mónadas políticas del universo izquierdista.
Quienes obtuvieron en 2008 el 2,8 % del voto sobre cuerpo electoral y 3,77 % sobre votantes descalifican con tanto desparpajo a quienes multiplican por diez o por quince su apoyo que forzoso será que tengan razones muy convincentes. Desde 1982 hasta hoy ha habido en España numerosos avances de todo tipo de izquierda que no es preciso enumerar aquí porque son bien conocidos. Pudieron ser más y pudieron ser más profundos. Pero los que fueron y son se deben sólo al PSOE. Ninguno lleva la firma del PCE o de IU que, sin ironía, se llama a sí misma izquierda transformadora.
Algunos echan la culpa al sistema electoral injusto. Pero es un argumento inane. En su origen el sistema electoral lleva la bendición del PCE y supongo que Jordi Solé, miembro de la ponencia constitucional, Catedrático de la materia y militante del PCE, no hubiera dado su aprobación a un sistema que pudiera dañar injustamente a su partido. En cuanto a su funcionamiento, es verdad que es injusto; pero también lo sería con el PSOE si las respectivas proporciones de votos se invirtieran. De forma que el problema es que la gente no vota a IU.
¿Por qué? Podrían preguntárselo de una vez en lugar de dar por supuesto que ya tienen la respuesta y andar refundándose y peleándose entre sí por la posesión de la verdad absoluta acerca de qué sea la izquierda. Según IU (enunciado que vale para todas las demás formaciones) la izquierda es, por definición, ella misma y quienes se le sumen. Para evitar toda sospecha de pretensión hegemónica, Llamazares, supongo que de buena fe, propone que la abigarrada amalgama que surja se llame simplemente Izquierda. Aparte de la petulancia de arrogarse la representación exclusiva de un concepto que sólo es viable presuponiendo que once millones de votantes del PSOE no saben lo que hacen, cabe pensar que se trata de una precaución práctica. Hay que unir a mucha gente que se considera de izquierda, sí, pero de la suya específica: una es unida, otra anticapitalista, otra abierta, otra nacionalista, otra ecologista. ¿No suscita perplejidad que gentes que tanto tratan de diferenciarse busquen la unidad?
Para mí la respuesta a la paradoja es que, en el fondo, las cuestiones teóricas no son importantes. En realidad no hay debates sino intercambio de anatemas. El problema no es que el posible programa de un frente tenga que casar reivindicaciones algunas de las cuales son contradictorias (ya se sabe que la solución de contradicciones en el seno del pueblo es una especialidad de los marxistas), el problema es que no hay sitio para tantos jefes, secretarios generales, coordinadores, delegados, barandas en general. El hipotético león carece de espacio para tanta cabeza de ratón.
El último giro de la anhelada unión de la izquierda es el intento de absorción (o lo que se tercie) del 15-M. Es lógico. Yo también creía que el 15-M estaba en la izquierda del eje ideológico pero los abrazos de los indignados con los gratistotales de la JMJ me hacen dudar. En mi idea, la izquierda debe ser laica. Los ciudadanos creyentes en cualquier religión serán siempre bienvenidos. Pero el alma de la izquierda es laica. Respeta a todas las personas que profesen cualesquiera religiones pero no simpatiza con ninguna de ellas porque las religiones son supersticiones y, al carecer de razón e incluso ser contrarias a ella, no hay razón para preferir a unas sobre otras.
En el asunto concreto de la absorción del 15-M, o la fusión con él, o la impregnación de él no hay perspectivas halagüeñas. El 15-M no quiere nada con los partidos y, aunque ese frente (amplio o angosto) se presente como movimiento, disimulando su carácter orgánico, en realidad se trata de una alianza bastante circunstancial de partidos. De muchos partidos. La probabilidad de que se unan es similar a la de que los burros vuelen. Y la de que la unidad se haga sin el PSOE análoga a la de que, además de volar, hablen.
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