Es de suponer que tenga razón Alan Rusbridger, director del Guardian, en un artículo ayer en El País (La cloaca & Cia. Cómo destapamos el escándalo de Murdoch) cuando dice que
"...la historia de Murdoch no ha terminado. Toca tan a fondo tantos aspectos de la vida cívica de Reino Unido y Estados Unidos -la policía, la política, los medios de comunicación, las leyes- que seguirá teniendo consecuencias durante meses e incluso años".
Lo sabe bien porque fue el Guardian el que hace casi diez años se lanzó en solitario a demostrar que el News of the World (NotW) recurría a procedimientos delictivos para obtener sus reportajes. Si los medios tienen sentimientos, ahora el Guardian se siente como el Washington Post del Watergate, que es el sentimiento que anhelan tener todos los periódicos decentes: honradez, audacia, principios, defensa de los derechos y libertades fundamentales en una sociedad civilizada.
La comparación con el Watergate no es muy afortunada. En aquel caso estaba implicado el Partido Republicano y la Presidencia de los Estados Unidos, no había villanos en la prensa y la policía tenía poco que ver en el asunto. En tanto que ahora, en el caso Murdoch, hay prensa cuyos gestores pueden haber cometido delitos indignantes con multitud de víctimas; hay asimismo policías presuntamente corruptos en cantidad aún por establecer pero que han dejado el prestigio de Scotland Yard por los suelos; y también aparece tocado el Primer Ministro, aunque en mucha menor medida de lo que lo estuvo Nixon. Es decir, políticamente este asunto es más grave que el Watergate.
Y de mucho más alcance, desde luego. NotW ha sentado ejemplo. Las investigaciones se orientan ahora a saber qué hicieron los otros medios del inmenso conglomerado de Murdoch, medios como la Fox News (una canal de TV incendiario de extrema derecha), que se han ajustado a un modo de entender la información como un lanzallamas y el debate como una agresión a degüello del adversario en términos de su derecho al honor, la intimidad, la propia imagen, un modelo que encuentra eco en parte de la prensa española.
Hay varias preguntas que pueden hacerse desde España. La primera es qué pensará hacer Aznar con su participación en el Consejo de News Corp. Porque ahora ya no puede aducir que él no sabía nada, lo que dice siempre que lo pillan en un renuncio. Desde su nombramiento en 2006 ha habido suficiente información pública para saber qué había en las sentinas del gigante de la comunicación. En 2006 ya se produjeron encarcelamientos incluso de algún periodista del NotW por escuchas ilegales. Y en 2009 se recrudeció el escándalo. Ahora ya es una avalancha de pruebas de que Aznar está asesorando a un grupo que puede haber recurrido a procedimientos tan delictivos como repugnantes.
Según parece Aznar cobra 220.000 dólares al año por su tarea en el Consejo. Como no es fácil creer que alguien dé 220.000 dólares por nada, sería elegante y educado que Aznar explicara de qué se habla en esos consejos y cuál haya sido su aportación. Al fin y al cabo el grupo Murdoch no lo ha contratado por ser José María Aznar López, funcionario de Hacienda, sino por haber sido presidente del Gobierno español, lugar en el que le pusieron sus votantes. Dado que Aznar posee ciertamente información de altísimo valor nacional por razón de su cargo y dado que el grupo al que asesora es sospechoso de comportamientos delictivos en las personas de sus máximos responsables, esta explicación no es demasiado pedir.
(La imagen es una foto de ssoosay, bajo licencia de Creative Commons).