Juan Pablo II ya es beato en medio del entusiasmo delirante de un millón y medio de personas (cálculo de la policía) llegadas de todo el mundo. La fe mueve montañas. Y les pone alas porque el papa polaco ha alcanzado la beatificación en un suspiro, con más celeridad que la madre Teresa de Calcuta. Ha sido una beatificación relámpago y la santidad está ya, según se dice, a la vuelta de la esquina.
El proceso de cononización es el modo que tiene la Iglesia de satisfacer un anhelo viejo como la humanidad misma: la divinización de los mortales. Lo que sucede es que preserva la tradición y la democratiza a su modo. Porque los hombres siempre han buscado formas de divinizarse, pero ese destino estaba reservado a contadísimos afortunados: los faraones en Egipto, algunos héroes, como Hércules, en Grecia y algunos emperadores en Roma. La Iglesia lo pone ahora al alcance del común de los creyentes, zagales de la majada y Papas. Y además hace una interpretación laxa de los requisitos que son virtudes heroicas o martirio.
Ha sido una beatificación de armas tomar porque Ratzinger ha dicho que Juan Pablo II venció al marxismo. La prensa ha traducido que venció al comunismo pero él, filósofo al fin, habló del marxismo. La conclusión es que ha quedado vencido el materialismo. Es posible. El materialismo es en efecto, una doctrina muy tosca y no hay mucho mérito en derrotarlo. Otra cosa es el racionalismo, que suele ir de la mano del materialismo pero no es idéntico a él. El racionalismo no prejuzga nada sobre la existencia o inexistencia de los querubines, por ejemplo; sólo exige que se le presenten pruebas a la luz de la razón, no de la fe. Y aquí es donde la beatificación se fundamenta en un hecho que repugna a la razón, esto es, en un milagro.
Se ha puesto en duda la validez de la beatificación argumentando que el tal milagro no está debidamente comprobado. Pero esto es un contrasentido porque implica la creencia de que, debidamente comprobados, hay milagros, esto es, hechos que no pueden explicarse racionalmente y eso es algo que la razón no puede aceptar porque no puede saber nada allí donde ella no es.
A los ojos de la razón la beatificación de Juan Pablo II es un rito de esa curiosa mezcla de magia y superstición que es el catolicismo con sus hechizos y su antigua y polícroma liturgia.
(La imagen es una foto de Roberto Luna, bajo licencia de Creative Commons).