No sé si estas listas electorales encontrarían un hueco en el Guiness: la lista electoral con más implicados en casos de corrupción. No creo se hayan dado ejemplos parecidos, ni siquiera en Italia en los mejores tiempos de Tangentopoli o en los de la renovada República de Berlusconia. Por fortuna los procesos judiciales están a salvo de la lógica electoral porque tal parece que la intención de quienes han confeccionado y aprobado las candidaturas valencianas es influir en las decisiones judiciales mediante plebiscitos políticos, con lo que la condición de ciudadano honrado y hasta ejemplar o la de delincuente no la otorgan los jueces sino la voluntad del electorado.
Cualquiera que recuerde lo popular que llegó a ser el Dioni a quien Joaquín Sabina dedicó la canción Con un par de contenido fácilmente imaginable supondrá que algo parecido puede pasar con estos por ahora imputados. Quienes a su vez quizá repitan para su coleto y refiriéndose a sí mismos, con un par. Hay que provocar. También se viene al recuerdo aquella costumbre de Batasuna de meter en sus listas electorales no ya a imputados sino a gente condenada cumpliendo condena por ser de ETA. Con otro par, imagino. No estoy comparando, líbreme el cielo, a los etarras con los gurtelianos. Tampoco se me ocurriría comparar a un asesino con un caco. Son cosas distintas.
En el fondo, estas listas valencianas repletas de presuntos mangantes parecen la recuperación del antiguo recurso del santuario mediante el que los perseguidos de la justicia encontraban refugio al acogerse a sagrado, normalmente una iglesia. Hoy día, con nuestra secularización galopante, las iglesias ya no protegen de nada, pero las listas electorales, sí. Otorgan inmunidades lo que, tratándose de gente perseguida y procesada por sus actividades presuntamente delictivas y empezando por el Presidente de la Comunidad, no es cosa despreciable. No es lo mismo sentarse en el banquillo como simple ciudadano Camps, farmacéutico consorte y curita, que hacerlo como Molt Honorable presidente de la Comunitat. Quizá piense el afectado que, así como él no puede resistir la presión de los otros mendas para refugiarse en las listas porque le falta fuerza moral, a lo mejor los jueces se dejan intimidar por la pompa y boato del poder y no son tan tiquismiquis con los trajes, las comisiones, los millones de euros, la visita del Papa, las contratas de la basura, las de las fiestas y actos del PP, la de FITUR, la financiación del partido, las adjudicaciones fraudulentas, los apaños de la televisión, el saqueo de las arcas de todos, la repetición de los premios de la loteria o el supuesto empleo de caudales públicos para montar partidos de esbirros con los que fastidiar al PSOE.
Bien, el caso es que se pide a los ciudadanos de Valencia que voten por otros ciudadanos por debajo de toda sospecha. Dado que los presuntos delitos se refieren a caudales públicos que han sido sustraídos de sus empleos legales, es decir, al patrimonio de todos los ciudadanos, lo que se pide es que estos voten como representantes suyos a quienes están acusados de esquilmarlos. Realmente si los ciudadanos los votan no será porque no estaban informados.