Las últimas detenciones de presuntos etarras en el País Vasco y en Francia prueban que la banda está en sus horas más bajas. Sin atentados hace mucho tiempo, en mitad de un alto el fuego unilateral que solo revela debilidad, prácticamente privada de su apoyo social, no tiene otro futuro a corto y medio plazo que entregar las armas y disolverse. Por primera vez, entiendo, la izquierda abertzale más identificada con el viejo proyecto terrorista, condena no ya los hechos violentos sino su propósito. Es un paso muy importante para que esta corriente recupere algo del crédito perdido por su silencio en una ocasión anterior y en un momento muy delicado para ella en que el Tribunal Supremo decide si darle viabilidad o no.
Esa condena tiene un valor simbólico grande. ETA queda privada de cobertura política e ideológica, ha sido expulsada del imaginario independentista liberador. De ahora en adelante tendrá que legitimar su acción por sus propios medios retóricos, que no son espectaculares. Aplíquense a esta situación los términos que se quiera: al perro flaco todo se le vuelven pulgas y hasta sus beneficiarios de antaño lo abandonan hogaño; o bien la izquierda abertzale también ha claudicado, aceptando los "marcos" discursivos del nacionalismo español.
En cualquiera de los dos casos lo mejor que puede hacer ETA es entregar las armas y disolverse porque, como le han dicho tantas veces antes los mismos nacionalistas, está de más y no sirve para nada.
(La imagen es una foto de Midir, vía Creative Commons).