Hay un desencanto generalizado con el PSOE que toma muchas formas. Se detecta sobre todo en las encuestas todas invariablemente color azabache, en los comentarios en la red, en las redes sociales. Es un descontento difuso, basado en el desengaño y la frustración, al quejido de "no elegimos un gobierno de izquierda para que hiciera la política de la derecha". Pero no se articula. El único núcleo que se me alcanza podría dar forma y voz a ese descontento es Izquierda Socialista. Pero no sé si considera siquiera la posibilidad. Da la impresión de que IS está cómoda como un grupo de opinión organizado dentro del PSOE y no es obvio que abanderara un movimiento que podría ponerla en colisión con su casa paterna. Las escisiones no son frecuentes en la historia de este centenario partido.
A la izquierda del PSOE, esto es, IU y sectores más o menos aledaños, pareciera haber llegado el momento de articularse, de absorber el voto desencantado del PSOE, pero tal cosa no se da: esa izquierda no se articula, no se une y el voto desencantado no afluye si bien es cierto que la expectativa electoral de IU ha crecido algo. Pero no es bastante. Hace unos meses, el 23 de junio, escribí un artículo en Público titulado La refundación diciendo que la pretendida refundación de IU era ya un fracaso en su mismo origen. Al día siguiente, un miembro de uno de esos numerosos comités o comisiones de IU publicó una carta, diciendo que no sabía de lo que hablaba y llamándome algo así como viejo cascarrabias. No recuerdo el nombre del firmante. Pero la refundación e IU están donde están, es decir, en la inopia. Si no gusta lo que dice el pobre Palinuro, léase lo que escribía en el mismo periódico hace una semana Juan Carlos Escudier, IU juega a autodestruirse. No lo digo yo; lo dice Escudier. Supongo que el recio camarada de antes le habrá echado un chorreo de no te menees. En todo caso, al margen de anécdotas de corrala, el hecho es que la izquierda radical está atomizada y es parlamentariamente inexistente. Algo de esto traspira en formaciones nacionalistas, sobre todo catalanas. Pero aquí el elemento nacional prevalece sobre el discurso de izquierda y, sin carecer de interés (aunque no sea más que para explicar cómo puede ser nacionalista la izquierda), no entra en este post, que va de otra cosa.
Frente al desencanto, la desmovilización, la fragmentación, el deterioro, la incomunicación de la izquierda hay una derecha unida como una piña, movilizada y exultante por sus perspectivas en cuya arrolladora moral no hacen mella los más pavorosos asuntos de corrupción. Con la cobertura de un poderoso frente mediático esa derecha determina el orden del día del debate público y normalmente lo exaspera, lo radicaliza y lo lleva al terreno judicial.
Así vistas las cosas es claro que cualquier confrontación electoral amenaza con ser un desastre para la izquierda. Tiene ésta un año para reconstituirse y en mi opinión debiera intentarlo en dos órdenes distintos: a) por un lado la socialdemocracia debe recuperar su discurso, esto es, tiene que explicar por qué las medidas que ha tomado, siendo neoliberales, son menos antisociales que las que tomaría la derecha, cosa fácil considerando las adoptadas por Cameron. Y luego tiene que reelaborar un discurso de viabilidad del Estado del bienestar, algo complicado pero inexcusable. La economía será sostenible solo si es socialmente más justa.
b) Por otro lado la izquierda radical tiene que unirse, atraer voto desencantado y aumentar cuanto pueda su presencia parlamentaria. Al margen de otras consideraciones triviales y de rencillas personales, lo cierto es que no ha habido alianza entre el PSOE e IU, entre otras razones porque IU es parlamentariamente irrelevante. Álcese con mayor presencia en el Congreso y tendrá más posibilidades de forzar una alianza que influya en la política del PSOE en lugar de que, como sucede ahora, en ésta influyan las derechas, las nacionalistas y la nacional. Si en el momento en que el capitalismo muestra su inviabilidad la izquierda de tradición marxista no es capaz de formular una opción alternativa viable hay algo que está mal en la teoría o en la realidad. Dado que la realidad es incuestionable, el mal está en la teoría que a lo mejor hay que revisar de arriba abajo.
Entre la vacua llamada a las barricadas, habitualmente unida a un fuerte discurso antisocialista y la menguada opción por un capitalismo de rostro humano hay una gran tradición reformista que es preciso recuperar, una tradición reformista que hoy solo puede plantearse a escala global.
(La imagen es una foto de Xabeldiz, bajo licencia de Creative Commons).