¡Qué gran acierto el de los sociatas madrileños con sus primarias! Es incomprensible que siga habiendo gente en contra, especialmente en el PSOE. Si lo que quiero es ganar unas elecciones, que son como las carreras, será avisado proponer al que ya ha ganado algunas... y darle un espaldarazo haciéndole ganar otras. De forma que Esperanza Aguirre, triunfadora incuestionada, se enfrenta ahora a un ganador también incuestionado, un corredor de fondo que ha ganado siempre que se ha presentado. Precisamente por eso lo propuso como Secretario General del PSM el mismo que luego, en una especie de iluminación repentina, como la de Saulo camino de Damasco, quiso que se retirara. Será pues un duelo de triunfadores.
La alternativa, la victoria de Trinidad Jiménez, hubiera puesto frente a Aguirre a una triunfadora asimismo, pero que sólo había ganado esa elección y sin poder quitarse de encima el juicio de que lo hizo por ser la protegida del mando. Y aunque en un principio también en el PP pensaron que Jiménez era un peligro, parece que, al final, el entorno de Aguirre intuyó que el peligro real no era la paracaidista sino el corredor de fondo que, además, se conoce la Comunidad Autónoma porque se la ha trabajado.
Unas primarias limpias, bastante correctas, hasta elegantes en ocasiones y que han terminado con un espectáculo de unidad, todos juntos tras el ganador, al estilo Partido Demócrata de los Estados Unidos. Hasta parecía un poco almibarado para la rancia pelambre hispánica. Pero ese espectáculo ha hecho más por el PSM-PSOE que todos los afanes de Gómez durante estos tres años de paciente y discreta labor tratando de recomponer un partido que semejaba un campo de batalla. La abstención ha sido la habitual en las elecciones generales pero unos diez puntos inferior a la media de las elecciones autonómicas. Prueba de que había interés y de que el PSM ha encontrado un líder. Para eso sirven las primarias.
Aprovecho para sostener mi propuesta de que las primarias, además, sean abiertas, esto es, que pueda votar en ellas el electorado en general. Precisamente el juicio antagónico que había en el PP acerca de cuál de los dos era el candidato más peligroso demuestra la inconsistencia del argumento contra las primarias abiertas que avisa del peligro de que voten también los electores de otro partido y lo hagan a favor del peor candidato... para el PSOE. Es obvio, los electores del PP tienen tanta idea acerca de cuál sea el peor candidato del PSOE como los electores de éste acerca de cuál sea el mejor. Con las primarias abiertas seguramente el resultado hubiera sido más contundente a favor de Gómez. Por una sencilla razón, porque el Gobierno tiene sometida a su control una proporción de madrileños muy inferior a la de socialistas.
Porque aquí hay un elemento esencial de estas primarias que, negado una y otra vez, ha sido evidente en todo el proceso: Trinidad Jiménez era la candidata de La Moncloa y, en consecuencia, de la dirección federal y el aparato del partido. Se le añadieron públicamente personalidades relevantes, ministros, trajo en tándem a otro miembro del Gobierno para la alcaldía, como si fuera un ticket yanqui. Era también la candidata de la prensa progresista. El País la apoyó con alguna encuesta que, en cierto modo, venía a corroborar el mítico sondeo que esgrimía La Moncloa para pedir la retirada de Gómez. No es de extrañar, Jiménez da el tipo de El País, de dama bien aisée que gusta mucho en Prisa. Gómez, no; tiene el origen proletario demasiado cerca. Público andaba con el alma dividida: oficialmente estaba por Jiménez, pero la redacción respiraba más por Gómez, que parece más de izquierda.
Y luego está, la contumaz injerencia de La Moncloa en las elecciones madrileñas. Porque una cosa es que la dirección nacional del partido proponga los candidatos y otra que los imponga. Me extraña que ningún socialista, henchido de patriotismo de partido, haya comparado estas primarias con un nuevo dos de mayo. Los madrileños se sublevan contra el invasor. Esa figura de rebeldía ha favorecido mucho a Gómez y reviste al PSM de una legitimidad impensada. Los electores madrileños (y no sólo los militantes socialistas) gustan de tener un presidente/a que se las tenga tiesas al jefe de su partido porque Madrid es rompeolas de las Españas. De ahí viene parte de la simpatía que despierta Aguirre. De ahí viene también, y con más razón porque su rebeldía es más clara, la que despierta Gómez.
Las interpretaciones del resultado ya están siendo muy simpáticas. El titular de El País, un monumento al disimulo: Gómez gana a Zapatero en Madrid. A Zapatero y al grupo Prisa, aunque ahora quiera olvidarlo. Más incluso al grupo Prisa porque Zapatero, al admitir las primarias, se limitó a señalar que Jiménez era su candidata y se hizo a un lado. El grupo Prisa, en cambio, se empleó a fondo a su favor.
En realidad ese argumento de que, ganando Gómez, pierde Zapatero, que se oye mucho, no parece muy sólido. ¿Por qué va a perder Zapatero? Sólo en un sentido técnico. Desde el momento en que aceptó las primarias, el Presidente tenía que descontar la posibilidad de que su candidata las perdiera. Las elecciones son como las batallas: se sabe cómo se entra en ellas, pero no cómo se sale. Pero perder una batalla no es perder la guerra sobre todo si, además, se pierde por candidata interpuesta.
Más perdería, en el fondo, si su partido en Madrid dejara caer a su Secretario General para seguir mansamente la voluntad del jefe máximo, porque mostraría que eso no es un partido sino un rebaño. ¿O quiere decirse que pierde Zapatero porque en Gómez se perfila ya un rival a la presidencia del Gobierno? Para eso tiene éste que ganar las próximas autonómicas pero precisamente por esa posibilidad, Gómez subirá en intención de voto de los madrileños a quienes gustará ver a uno de los suyos en tan alta magistratura; además, su presidente. Pero, aunque esto fuera así, Zapatero no tiene nada que perder ya que, si decide presentarse de nuevo al cargo, que aún no se sabe, Gómez no se lo discutirá. Él mismo se ha encargado de decir que es "zapaterista", como demuestra oponiéndose a una decisión de Zapatero. En el fondo es un gesto para probar que una cosa es la lealtad (al fin y al cabo, fue Zapatero quien lo propuso en primer lugar) y otra el servilismo.
Las primarias socialistas han dado la señal de partida en la carrera a la Comunidad de Madrid y Gómez que, como buen corredor de fondo, venía trotando desde el principio hace tres años, llega ahora en buena condición para lanzar el sprint final. Es mucho más conocido que antes y no hay excusa para que no se pida su parecer cada vez que la Presidenta tome alguna decisión, con lo que estará en los medios no tanto tiempo pero sí tantas veces como ella. Porque ya es oficiosamente el candidato del PSOE a la Comunidad, aunque aún no lo haya proclamado así el órgano correspondiente.
Pues nada: enhorabuena a Tomás Gómez y a los gomecistas que ahora, supongo, serán todos, incluido Pedro Castro.
(La imagen es una foto de Secretario General del PSM-PSOE, bajo licencia de Creative Commons).