Ni la crisis económica, ni la desmembración de España, ni los amoríos con Chávez, ni la rendición de Ceuta y Melilla. Lo que de verdad ataca los nervios de la derecha española es la posibilidad del fin de ETA y todo lo que tan halagüeño acontecimiento lleva consigo. Libre y legal competición de todas las fuerzas políticas en el País Vasco en condiciones de igualdad.
Hasta ahora daba la impresión de que esa posibilidad fastidiaba por igual a la llamada izquierda abertzale, que se negaba a pedir a su belicosa hermana que depusiera las armas. El argumento era que la paz del Estado no era verdadera paz porque no todas las fuerzas políticas tenían las mismas posibilidades. Sin embargo era un argumento falso porque la existencia de opciones independentistas en Cataluña con responsabilidades de gobierno así lo probaba. Habiéndolo comprendido, parece, Batasuna pide a ETA que deponga las armas de modo definitivo, verificable, sin contrapartidas. Bien hecho. Muy bien hecho. Esa petición, además, más que una petición, es una orden porque Batasuna condiciona la presentación de candidaturas en las elecciones locales a la materialización del cese el fuego.
Me parece que es una prueba de creencia en la democracia y estoy seguro de que la democracia estará a la altura de las circunstancias. En la medida en que lo así expuesto se cumpla, Batasuna pasa a ser un partido legal que legítimamente pide la independencia del País Vasco frente a España a través del derecho de autodeterminación. De eso se hablará civilizadamente en su momento. En términos pacíficos se puede hablar de todo; a tiros, de nada.
Pero ahora lo que va a traer cola y cola de pavo real es la inquina del PP. El señor Mayor Oreja saldrá vestido de Juan Bautista a anunciar que ya lo había predicho él: he aquí la prueba definitiva de las sórdidas negociaciones del maquiavélico Rubalcaba con los terroristas. ¡Han negociado el fin de ETA! Ahora, váyase a saber qué nos espera. Los presos a la calle, incluso a la cola del INEM, sin respeto a las víctimas. A lo mejor hacen ertzainas a los gudaris y hasta proponen una reforma del Estatuto en la línea del Estado libre asociado del infausto Ibarretxe.
Todo eso son maledicencias que sólo tratan de ocultar que la derecha ve en la posibilidad del fin de ETA una ventaja electoral para el PSOE en 2012 siendo así que, según muchos críticos, lo único que le importa es llegar a La Moncloa como sea. Sí porque, y sé que me repito, la política es la continuación de la guerra por otros medios y en este caso con toda claridad puesto que se trata de poner fin a una "guerra" y encauzar el contencioso por la vía política. Lo curioso es que, en cambio, la derecha no reconozca este matiz al tratar de su adversario. No hay duda de que la derecha esgrimirá el argumento de que Zapatero es capaz de negociar con ETA (aquí se silencia que la "negociación" sea levantar acta del fin de la organización terrorista) con tal de mantenerse en el poder.
Si es la guerra, es la guerra e igual que unos quieren conseguir el poder como sea otros no quieren soltarlo bajo ningún concepto. Aun así tampoco es lo mismo porque, diga lo que diga la propaganda contraria, el Gobierno no ha negociado con ETA. Lo que haga a partir de ahora no será con ETA sino con sus ejecutores testamentarios. A eso ya no puede llamarse negociación o, en todo caso, sería una "negociación post mortem.
Y ya en clave más estrictamente política, sí parece que la posibilidad del fin de ETA ayudará considerablemente a una victoria electoral del PSOE. Sobre todo si éste hace lo que me parece de sentido común: renunciar al uso partidista del acontecimiento y atribuirlo a la acción abnegada de los cuerpos y fuerzas de seguridad españoles y franceses y a la tarea mancomunada de Gobierno y oposición en el Pacto antiterrorista y en el gobierno del País Vasco. El fin de ETA es un premio que nos merecemos todos los españoles, vascos incluidos
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