La señora De Cospedal, cuyo próximo enlace matrimonial debe de hacerla tan feliz que pierde el mundo de vista, insiste en el infundio de las escuchas telefónicas cuando ya los otros miembros destacados de su partido, el señor Rajoy y la señora Aguirre, lo han abandonado por estéril. La política castellano-manchega persiste en responsabilizar al ministro del Interior, señor Rubalcaba, de las supuestas escuchas sosteniendo que su negativa no vale nada dado que todos recuerdan que es el mismo que mirando fijamente a la televisión dijo que los GAL no existían. Una línea argumental muy típica de la señora De Cospedal por lo que tiene de tosca. Quiere decir que el señor Rubalcaba miraba fijamente el objetivo cuando se supone que dijo lo que dijo según De Cospedal.
La verdad, no recuerdo al señor Rubalcaba en la citada tesitura pero las palabras de De Cospedal me han traído de inmediato a la memoria al señor Aznar mirando fijamente al objetivo y diciendo que se le creyera que el régimen de Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva. No sé si la secretaria general del PP he tenido un lapsus o si se trata de un ejemplo más de la táctica derechista de la proyección. En todo caso la señora está de suerte de que el ministro sea Rubalcaba y no Berlusconi porque éste ya habría interpuesto una demanda en defensa del honor pidiendo cientos de miles de euros.
Da la impresión de que la señora De Cospedal sea lectora atenta de George Lakoff en su obra No pienses en un elefante en la que éste recurre a la teoría del encuadre en comunicación política para analizar los efectos de las campañas electorales entre los dos partidos en los Estados Unidos. La teoría aquí aplicada sostiene que quien establece los términos del debate tiene éste prácticamente ganado.
En el caso que nos ocupa la señora De Cospedal parece pensar que si consigue que se hable de las hasta ahora falsas escuchas del ministerio del Interior estará encuadrando la situación y consiguiendo que no se hable del caso Gürtel. El problema es que el caso Gürtel, la trama de corrupción que tiene al PP pringado por todas partes, no es un marco de un debate sino un proceso penal que sigue su curso con independencia de lo que en otros foros asegure la señora De Cospedal. De tal modo a ésta le sale el tiro por la culata ya que, cuando hay actuaciones en el proceso, todo el mundo se entera y, en el ínterín, la atención se mantiene gracias a las delirantes afirmaciones de De Cospedal que no mitigan en nada el efecto de dicho proceso en las expectativas de voto, algo que parece haber entendido hasta el señor Rajoy.
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