El transfuguismo es un comportamiento tan condenable como difícil de erradicar ya que consiste en servirse de un bien público (el puesto de representante político) en beneficio privado lo que, por cierto, es la definición misma de corrupción. El transfuguismo está en el núcleo de la corrupción política y hacen muy bien los partidos en precaverse frente a él mediante pactos y acuerdos entre caballeros porque es un fenómeno que va en contra de sus intereses y amenaza a su misma existencia. La cuestión es que estos pactos y acuerdos no suelen servir de gran cosa precisamente porque se trata de cuestiones de intereses y porque no es posible dotarlos de fuerza coactiva y ya Hobbes decía que "Pactos sin espadas son meras palabras".
La fuerza del transfuguismo reside en la permanencia de la doctrina del mandato imperativo, sostenida a rajatabla por el Tribunal Constitucional, según la cual el representante, sea concejal o diputado, que abandona el partido en cuya lista fue elegido conserva su acta como si fuera su propietario o lo hubiera ganado en unas oposiciones. Y los partidos no pueden hacer nada en contra salvo no presentarlo en las listas de las elecciones siguientes. Según algunos, sobre todo los propios partidos, esta situación es perversa porque alienta el transfuguismo, sobre todo en las corporaciones locales, en las que se ventilan muchas veces intereses inmediatos con diferencias de uno o dos escaños en la mayorías lo que siempre abre la posibilidad de compraventa de voluntades. Según otros, sin embargo, es una situación mejor que la contraria porque si los representantes perdieran el escaño al abandonar el partido o ser expulsados de él, el predominio de los partidos sería ya absoluto y sí cabría hablar de partitocracia con mucho más fundamento de lo que se hace ahora.
Por estas razones los partidos no tienen posibilidad efectiva y real de erradicar el transfuguismo y en cada legislatura se dará algún caso, según cómo sean las composiciones numèricas de las ditintas corporaciones, especialmente las municipales, aunque también se da el fenómeno ocaisonalmente en las otras. Y por eso también recurren a los gentleman's agreements, aunque un cínico podría decir que un gentleman's agreement entre partidos sea un oxímoron. En consecuencia, carece de sentido montar la gresca calderoniana cuando se produce un caso de transfuguismo como el del ayuntamiento de Benidorm. Lo que procede es aplicar el pacto por el que los partidos se comprometen a no beneficiarse de la finalidad buscada por el tránsfuga. Cosa, sin embargo, que no puede llevarse a la práctica cuando como ha sucedido en la villa alicantina quienes se valen del tránsfuga abandonan voluntariamente su partido antes de que éste los expulse en aplicación del pacto.
Es decir con mayor motivo resulta absurdo armar la de Dios es Cristo como está haciendo el señor Rajoy anunciando "el fin del talante" y la traición del pacto antitransfuguismo cuando es así que éste ha funcionado hasta donde razonablemente cabe exigir, esto es, el PSOE como partido no se ha beneficiado del gesto del tránsfuga. Como ello es evidente para mantener esa indignación jupiterina con que el señor Rajoy carga todas las tardes contra el Partido Socialista venga o no a cuento tiene que hacer una profecía sosteniendo que ya se verá cómo la mitad de los concejales que han abndonado el partido retornan en sus listas en las próximas elecciones. Lo que tiene tanto valor como si yo digo que en las elecciones de 2012 el señor Rajoy encabezará las listas de Batasuna.
Tal es la naturaleza de la oposición ejercida por el PP bajo la dirección del señor Rajoy: puro gesto grandielocuente, pura fanfarria, pura teatralidad. Hasta la expresión empleada de "algo huele a podrido en Benidorm" delata la afición por la dramaturgia barata. Efectivamente, algo huele a podrido en Benidorm al menos desde los tiempos del alcalde Zaplana.
Porque a esa tendencia a lo declamatorio se une la irritante costumbre de la proyección en los actos de los conservadores, consistente en criticar a los demás lo que ellos hacen con fruición. No menos de veinticuatro veces en los últimos años se ha beneficiado el PP de casos de transfuguismo sin que se hayan tomado medidas, según un cálculo hecho por la señora Leire Pajín, hija, por cierto de una de las concejales benidormenses que han abandonado el PSOE para materializar la moción de censura que arrebate la alcaldía al PP.
(La imagen es una foto de fenriquedice, bajo licencia de Creative Commons).