diumenge, 16 d’agost del 2009

El complot.

¡Un complot del Gobierno con diversas instituciones del Estado y con algún medio de comunicación para aniquilar a la oposición! De ser cierta esta acusación su gravedad es tal que justificaría que se hiciera de lado cualquier otro asunto para averiguar ipso facto qué haya de cierto en ella.

Para lo cual la acusación debe sustentarse en pruebas. Y ese es el punto débil de la que el PP formula en contra del Gobierno del PSOE: que no las hay. De Cospedal, Trillo, Costa, González Pons, Mato, todos andan diciendo que el partido aportará las pruebas de inmediato, al tiempo que intensifican la carga de profundidad de sus ataques contra la legitimidad de las instituciones. Pero, de las pruebas, ni el forro. Y cuando uno acusa sin pruebas lo menos que es uno es un/a bocazas y lo más, un calumniador/a.

Cuando muestren las pruebas, que avisen. Entre tanto los asuntos objeto de debate público son los casos de corrupción del PP. Con independencia de si hay una mano siniestra que mueva la cuna y ande tratando de hundir al partido de la derecha, las investigaciones judiciales independientes propias de la administración de justicia en España ponen de relieve que allí donde gobierna el PP está acosado por los casos de corrupción, malversación de fondos, cohecho, falsedad, omisión del deber de auxiliar a la Justicia, etc. Y esto no son maquinaciones de unos gobernantes dictatoriales sino acusaciones e imputaciones concretas en diversos momentos procesales en una serie de causas abiertas a militantes y cargos del PP a lo largo y ancho de la geografía nacional, desde el señor Fabra en Castellón, pasando por las ristra de cargos públicos del gobierno de Jaume Matas en Mallorca hasta el tesorero del partido en Madrid.

En realidad es el PP el que está destruyéndose solo. Un partido que no solamente no colabora con la justicia diligente y abiertamente en esclarecer los asuntos que puedan empañar su ejecutoria sino que, al contrario, la obstaculiza al máximo, se querella contra los jueces de instrucción, acusa sin pruebas, trata de paralizar las actividades judiciales y hostiga a los funcionarios públicos en el cumplimiento de su deber de indagar los comportamientos ilícitos pierde su buen nombre de partido político para acercarse a la condición de una asociación de malhechores.

Aquí el único complot que puede haberse dado hasta la fecha es el de algún político del PP imputado por cohecho con un juez más que amigo del alma para dar carpetazo a la justicia. Eso y las actividades de espionaje que en su día, al parecer, estuvieron realizando unos asesores personales de la señora Aguirre en la Comunidad de Madrid y en contra de otros militantes de su partido, en su carrera hacia la presidencia. Lo demás es ruido mediático, berrinches de mal perdedor, infundios y tinta de calamar por si cuela y no se ve que es un partido cuyos militantes y cargos suelen tener problemas con la justicia.

(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).