Una de las líneas de defensa del PP en lo atinente al procesamiento del señor Camps es que éste no va a meterse en líos por una fruslería como unos trajes. Es lo que dice el señor Rajoy, en lo que viene ya dando a entender que, al ser de poca monta, el delito no debe tener consecuencias políticas. Contra esa interpretación se ha precavido el juez en su auto de apertura del juicio oral al decir: "Aunque el precio de esas prenda pudiera parecer a alguien escaso o aun ridículo en comparación con la magnitud de la función desempeñada por alguna de las personas obsequiadas, esa circunstancia no es excluyente del desvalor de su acción objetivamente considerada." (No sigo porque tengo que copiarlo ya que la administración de justicia en España, me temo, escribe con máquinas de escribir antiguas, lo que obliga a colgar el documento en la red en PDF sin que pueda hacerse copypaste salvo como imagen o con un programa que reconvierta el PDF en Word. Un atraso, vaya, pero el texto es muy bueno y merece la pena).
En todo caso el señor Camps está ya mucho más allá de lo que el decoro democrático puede permitir en un gobernante. Si estos, como han hecho otros en su partido, deben dimitir para no contaminar su gestión con sus problemas personales, el señor Camps debiera estar en su casa hace meses. En lugar de eso mantiene un espectáculo que suspende el ánimo y maravilla los sentidos: el mismo personaje que decía que estaba deseando aclararlo todo en el foro adecuado y sede judicial se obstina en no aclarar nada y en que no hay foro. Ahora vuelve a recurrir, como hizo antes, en petición de sobreseimiento del caso. Está claro que, si no hay caso, no hay foro y, si no hay foro, nos quedamos sin esas aclaraciones que tan fervorosamente quiere administrar el señor Camps. Mala pata.
Ciertamente, el PP es muy libre de actuar como mejor entienda. Y, al parecer, entiende que debe defender al señor Camps hasta el suicidio colectivo. La señora De Cospedal ha salido brava a defender la presunción de inocencia del señor Camps, que es algo absurdo de hacer porque la presunción de inocencia no necesita defensa. Lo que se defiende es la inocencia del señor Camps y eso es ya mucho defender. Tanto que la actitud de todos, los implicados, sus jefes y subordinados, los órganos del partido parece dar a entender que, en efecto, no es cosa de que el muy honorable presidente se haya pringado por unos trajes cuando las adjudicaciones se valoran en millones de euros. ¿Se acuerdan de los últimos momentos de Harry Luck (Brad Dexter) en Los siete magníficos que, muriendo en brazos de Chris Adams (Yul Brynner) todavía le pregunta por el tesoro oculto del que han ido apropiarse? Aquí es lo mismo: lo de menos son los trajes del Curita. Porque si hay algo más que trajes va a armarse un Sodoma y Gomorra y si la cosa queda en los trajes, lo grave no son estos sino el hecho de que el máximo representante de los valencianos mienta con tanto aplomo.
Por cierto la transcripción de la conversación telefónica del Bigotes y Paco Gürtel es la monda lironda. ¡Qué estilazo vallinclanesco tienen los dos presuntos rufianes! Y eso que el Bigotes está tan nervioso que dice a gritos que tiene cosas que hablar pero no puede hacerlo por teléfono; y luego largan y largan y largan. El ex-alcalde de Boadilla del Monte queda guapo. El Albondiguilla lo llaman. El Bigotes, el Albondiguilla, el Curita. De verdad ¿qué Valle Inclán? Carlos Arniches.
Y la cuestión verdaderamente molesta: ¿nadie más está pringado?
(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).