Según El Mundo, un diario que suele saber qué pasa en el PP porque muchas veces es él quien decide lo que pasa en el PP, según El Mundo, digo, el señor Bárcenas está chantajeando al presidente del Partido para que no lo expulse. Dice que sabe muchas cosas comprometadoras para muchos altos cargos del PP, empezando por la señora Aguirre, a la que profesa particular inquina, y que se ha llevado a su casa nueve cajas de documentos con lo que todo el mundo debe de echarse a temblar.
Ya sólo por esto el señor Rajoy debiera ponerlo de piños en la calle. Sabemos que quien se somete a un chantaje firma su sentencia de muerte, muerte lenta, cuando a otro le parece bien. El chantajeado que quiera fulminar el chantaje tiene que confesar el hecho que da origen la extorsión que normalmente es para ponerse una vez amarillo y no mil colorado porque sólo así, haciendo público el problema, perde el chantajista su fuerza. El Presidente del PP no puede tolerar chantaje alguno, del PP o del no PP porque no es concebible que quepa chantajear a quien aspira a ser presidente del Gobierno español. Así es que lo que procede es que diga al señor Bárcenas que haga el favor de meterse en sus cosas y lo despida sin contemplaciones. Porque si tal cosa no sucede, la gente empezará a pensar con razón que hay algo en las amenazas de Bárcenas, algo que éste, convertido en conocedor de secretos inconfesables, puede utlizar en provecho propio, siempre con exigencias imposibles para la otra parte.
Pero, además, el señor Bárcenas dice que se ha llevado a su casa nueve cajas con información con material con el que debe de querer chantajear más. ¿Se puede hacer eso en el PP? ¿A quién pertenecen las cajas? ¿Un empleado, un cargo del PP puede llevarse a su casa la documentación del partido sin que le suceda nada? Lo que está haciendo, entiendo, el señor Bárcenas es alardear de un hurto que dice haber cometido. Hay que pedirle el material de vuelta sin dilación alguna. Asimismo el partido debe querellarse contra el señor Bárcenas por hurto y echarlo ya por bocazas. No hacerlo es ponerse en sus manos, inclinar la colectiva cerviz ante la extorsión e iniciar así el camino de la catástrofe.