dimarts, 14 de juliol del 2009

A bofetadas.

Era de esperar: las amenazas del señor Bárcenas de llevarse más gente por delante si él cae, de "tirar de la manta", revelar información comprometida para otros dirigentes del PP, etc que por cierto suele ser táctica de los delincuentes habituales cuando ya se ven perdidos (y no estoy diciendo con ello que él lo sea) ha aumentado la inquina generalizada en su contra en su propio partido y hasta se dice que los miembros de la dirección pedirán colectivamente al señor Rajoy que lo destituya. Unos por unos motivos, otros por otros, todos parecen querer ver fuera ya al polémico tesorero quien se aferra al cargo como el peregrino sediento a la fuente del camino.

Parte del espectáculo la proporcionó ayer la redicha presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid quien se plantó ante la nube de grabadoras y micrófonos para pedir en tono achulapado que el señor Bárcenas cuente lo que sabe de ella, lo cual demuestra verdadera sangre fría cuando se ha accedido al cargo merced a un episodio como el conocido "tamayazo", gracias al voto presumiblemente comprado de dos tránsfugas del PSOE al lado de los cuales este Bárcenas es catedrático de ética o cuando se mantiene una en él a base de escandalos por la privatizacion de la sanidad pública, que ya se ha llevado por delante a una mujer y luego a su hijo póstumo.

La cuestión no reside en entretenerse contemplando cómo los militantes del partido de la derecha se lían a mojicones entre sí en una escena de película de los Comedy capers sino en ver cómo resuelve esta crisis en la que se ha metido sólo el principal partido de la oposición. Si en lugar de entender absolutamente todo en la vida en términos de la dialéctica amigo/enemigo según la cual los nuestros son siempre intachables, honrados, sacrificados y generosos mientras que los adversarios son unos sinvergüenzas egoístas, los dirigentes del PP admitieran que en asuntos de moralidad personal la cosa está muy repartida y tantos chorizos y mangantes hay en el PP como en el PSOE, el resultado habría sido muy distinto. Si a las primeras acusaciones al señor Bárcenas (a) "Luis el Cabrón" y al señor Camps (a) "el Curita" ambos hubieran presentado su dimisión o los jefes les hubieran obligado a ello en lugar de creer que todo era una sucia maniobra del adversario, no estaría el partido viviendo estos momentos amargos, vinculado a los destinos procesales de dos presuntos delincuentes.

La táctica tópicamente gallega del señor Rajoy de hacer que pase el tiempo sin tomar decisiones ni postular criterios, en la esperanza de que los asuntos se resuelvan por sí solos ha demostrado ser un disparate, una alucinación de cazurro irresponsable que no tiene por qué costar las próximas elecciones al PP ya que, como se ve por los sondeos, el partido tiene un suelo firme de votantes de los que cabe decir que incrementan su participación cuando los escándalos de corrupción afectan a sus principales dirigentes, pero tampoco le permite despegarse del PSOE en los sondeos de intención de voto, a pesar de que éste está lidiando con la peor situación ecómica del último siglo.

De momento la petición unánime es que el señor Bárcenas dimita del cargo de tesorero. De seguir las cosas como hasta aquí puede ampliarse a la de que el señor Rajoy dimita del suyo de presidente del PP.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).