El señor José Bono dice con mucho tino que la Iglesia católica en España tiene derecho a decir lo que piensa, pero no a imponerlo y ello en relación con la furibunda oposición eclesiástica a la ampliación de los supuestos del aborto en la reforma de la correspondiente ley. Matiza el señor Bono que él distingue entre su voto y su conciencia, lo que no es una expresión muy afortunada porque viene a decir que puede no votar en conciencia, pero se entiende que debe de querer explicar que el asunto del aborto pertenece a su fuero íntimo y los obispos no tienen nada que decir en él porque le corresponde "vivir su fe" a su manera.
Por otro lado, sin embargo, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el atildado petimetre Monseñor Martínez Camino, habla de excomunión automática para quienes aborten y, supongo, todos aquellos que los encubran o amparen. Y no sé yo si el señor Bono o cualquier otro puede "vivir su fe" en el catolicismo estando incursos en causa de excomunión.
En verdad, el catolicismo tiene un problema con el aborto que hasta ahora se ha venido resolviendo mal que bien haciendo la vista gorda: a pesar de las severas y apocalípticas condenas de la Santa Sede los católicos controlan su natalidad y, cuando les es preciso, abortan. Son sepulcros blanqueados; pero no por culpa suya sino por la incompetencia y la intolerancia de su jerarquía.
(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).