Los resultados de las recientes elecciones europeas llevaron a muchos analistas a concluir que los casos de corrupción en las filas del PP no hacían mella en su electorado. Algunos, incluso, sostenían que es al revés: la corrupción da votos a la derecha. Pero ésta es una conclusión atolondrada y superficial. Pasa por alto que las elecciones europeas son sui generis por muchas y conocidas razones; también se supone que castigan al partido en el Gobierno, en especial en condiciones económicas y laborales tan desastrosas como las actuales. Pasa también por alto que las corruptelas del PP se encuentran aún en estado indiciario, que hay algunas imputaciones, pero ninguna condena y que el partido ha esgrimido a fondo su legítima baza de la presunción de inocencia. Pasa por alto que, con unos seis millones y medio de votantes, el PP ha tenido tres millones y medio menos (cantidad similar a la del PSOE) y no hay motivo para pensar que, si no han votado, pueda haber sido a causa de la corrupción. Por último, pasa por alto la posibilidad de que entre los seis millones y medio de votantes haya gente honrada.
Mucho pasar por alto. Tengo tendencia a pensar que, aunque el electorado de la derecha esté más movilizado y se implique más en las fortunas de su partido, la corrupción hace mella en él, como en cualquier otra colectividad y se verá en su momento si se prueba en los tribunales. De hecho, ante la pasividad de la dirección del PP frente a la creciente acunmulación de pruebas en contra del señor Bárcenas, hay un verdadero movimiento de protesta en el interior del partido.
En Valencia, en ese acto conmemorativo de su exaltación a la presidencia del PP, el señor Rajoy, rodeado de personas imputadas formalmente o en proceso de serlo y que cada vez despiertan menos simpatías entre sus propios electores, optó por no mencionar ni de pasada el caso penal que más afecta a su partido, el caso Gürtel. Pero hay ausencias que son agobiantes presencias. El señor Rajoy no lo menciona y, por el contrario, truena que la necesidad de alternativa en España es hoy más urgente que nunca mientras que el imputado señor Camps afirma que el PP ganará La Moncloa en 2012 porque ya ha efectuado su particular "desembarco de Normandía" en las últimas elecciones europeas.
Todo eso son fuegos de artificio, tracas, vana palabrería frente al lento y demoledor trabajar de la justicia de aquí al 2012. Si, como es muy probable, según todos los indicios, la miriada de imputados en corruptelas del PP, son finalmente condenados, si quedan dos años y medio de procesos, comparecencias, declaraciones y sentencias, el PP llegará a las elecciones hecho unos zorros y las perderá.
El hecho de que el señor Bárcenas, que parece ser la clave del arco de toda la trama corrupta del PP, no haya dimitido ya demuestra que da su caso por perdido. El no menos ominoso de que haya reaparecido el señor Álvarez Cascos asesorando al señor Camps que no dimita es otra prueba más de lo mal que están las cosas. Porque el florecimiento y la prosperidad de la trama presuntamente delictiva del señor Correa se dieron en tiempos del gobierno de José María Aznar, siendo ministro de Fomento el señor Álvarez Cascos. A estos les interesa poner la línea de defensa lo más lejos posible de ellos, pero es posible que esa línea los alcance.
(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).