Entre ETA y parte de la llamada izquierda abertzale hay una división del trabajo: unos asesinan y otros justifican los asesinatos. En tiempos de escasa actividad terrorista, normalmente debida a la eficacia policial, ETA aviva el frente político y la dicha izquierda se hace más vociferante, organiza variadas formaciones políticas y se presenta a elecciones. Aprovechando el sosiego civilizado de que se disfruta en tales momentos, los integrantes de ese frente, correveidiles de ETA, tratan de confundir a la opinión pública mezclando reivindicaciones independentistas con especiosos ergotismos sobre si se debe o no condenar esta o aquella violencia en nuestras sociedades, haciendo distingos que tratan de enmarañar las opciones morales ciudadanas a fin de justificar la actividad asesina: que si la violencia estructural, que si la de parte o la legítima defensa, cuando de lo que se trata es de justificar violencia de partido, de la manga de asesinos.
El argumento que más emplean los epígonos de ETA es el marcademente hipócrita de que lamentan el derramamiento de sangre pero que no se puede condenar una sola de las manifestaciones de la violencia (la que se ve y se padece; las otras pueden ser hasta imaginarias) ya que la situación es una madeja de ellas en la que unas son legítimas respuestas a otras, poniendo así en el mismo plano la violencia de una cuadrilla de asesinos con la que ejercen las instituciones democráticas en la organización de la normal convivencia. Aseguran que están deseando que se termine este enfrentamiento, cosa que sucederá por ensalmo cuando se negocie con los pistoleros y se ceda a sus exigencias. ¿Acaso no es su actividad criminal el lamentable resultado de la obstinación del “sistema” incapaz de ver cómo la razón de la historia asiste a los asesinos? ¿No son las propias víctimas las culpables de su destino por ponerse en el camino de la lucha por la emancipación determinada normalmente por un puñado de granujas y sinvergüenzas? ¿No clama la nación inventada por el derecho a imponerse a sangre y fuego incluso contra el deseo expreso de muchos de los que quieran o no forman parte de ella?
Otras veces los epígonos se encuentran en paro forzoso bien porque no consiguen burlar las previsiones legales para poner en pie alguna de sus organizaciones (a pesar de la generosa ayuda que les presta una parte de la izquierda española que no sabe literalmente en dónde está el norte) o bien porque pierden las elecciones como acaba de suceder con la flamante Iniciativa Internacionalista. En tal caso y si las condiciones lo permiten (que hay mucha represión policial en marcha), los asesinos cometen otra fechoría, con lo que persiguen dos objetivos, uno de extorsión y otro de intimidación. El de extorsión consiste en recordar al “sistema” y a los Estados español y francés que hay un “conflicto político”, definido en los términos caprichosos de los terroristas y que no se podrá resolver en tanto no se satisfagan sus peticiones, como bien se ha encargado de recordar la obediente y servicial izquierda abertzale en unas declaraciones exculpatorias del último atentado de ETA. El fin de intimidación consiste en recordar a los valedores de los terroristas quién tiene la última palabra de la estrategia “emancipadora”, no vayan los políticos a creer que son tan importantes como los asesinos y olvidar que su función no es marcar el camino sino justificar los actos criminales, pechar con lo que venga y encontrar “razonamientos” que legitimen el recurso al asesinato.
Porque por más ergotismo y falacias que se empleen la pregunta es muy simple: ¿qué justifica seguir asesinando en una sociedad democrática en la que son defendibles y, atendiendo al principio mayoritario, materializables todas las opciones políticas, incluidas las independentistas? Nada, razón por la cual los epígonos de los terroristas falsean la realidad sosteniendo que ésta no es una sociedad democrática, sin duda porque prefieren otra que se rija por las normas particulares de una banda de canallas que ponen bombas-lapa o disparan a la nuca de personas. Todavía más claro: ¿cabe recurrir a la violencia para defender objetivos políticos? Hay un acuerdo prácticamente universal en que no. Hasta la derrotada candidatura de Iniciativa Internacionalista en las pasadas elecciones europeas confesó un día que no y al día siguiente que sí. Lo cual da la medida del nivel intelectual y la abyección moral de estos epígonos del terrorismo. El último asidero de ETA.
(La imagen es una foto de kontrainformatu, bajo licencia de Creative Commons).