Mañana llegarán los especialistas, expertos y estudiosos a demostrarnos que nada de lo que oímos ayer es posible porque las relaciones internacionales son lo que son y mucho más importantes que la mera voluntad bienintencionada de un individuo; vendrán asimismo los enterados, los que saben la verdad verdadera y no se tragan las apariencias con que nos engañan a los demás, a explicarnos que este es el últmo ardid sionista para coger a los musulmanes con la guardia baja y acabar de una vez por todas con los palestinos; vendrán también los que creen en las leyes de la historia que dicen que el imperialismo norteamericano está perdido y lo sabe frente al despertar revolucionario de los pueblos del mundo y trata de ganar tiempo para sobrevivir, aunque sea unas semanas.
Todo eso será mañana. Hoy estoy encantado todavía de haber presenciado un hecho de gran importancia y momento: un presidente negro de los Estados Unidos hablando en un recinto del saber al mundo islámico y diciendo algo que ningún otro presidente de los Estados Unidos había dicho antes en público o en privado. Ninguno. De pronto Obama ha vuelto a ganar, al menos a mis ojos, la estatura y el valor que tuvo durante la campaña electoral y en sus primeros días de gobierno, antes de parecer que flaqueaba ante la tortura y Guantánamo y que buscaba triquiñuelas para zafarse de sus responsabilidades.
Pero aquí está de nuevo, el hombre más poderoso del mundo, el Emperador, ocupándose del asunto más vidrioso, más complicado, más difícil y, en buena medida, causa de muchos otros, de la política internacional. Y lo hace con un estilo también nuevo: cierto que llamó al señor Netanyahu antes para ponerlo en guardia, pero no cedió a sus presiones como hicieron todos los antecesores en la Casa Blanca y ha adquirido dos compromisos firmes ante la opinión pública mundial: a) detener los asentamientos; b) forjar un Estado palestino. Cuando eso haya sucedido, ya tendremos tiempo de añadir que el muro tiene que desaparecer o que hay que buscar un estatuto especial para Jerusalén.
Y en ese discurso que fue como una manifestación del espíritu hegeliano en que el mundo ha vuelto sobre sí, lo español ha estado presente por partida doble: en lo histórico y en lo político. En lo histórico por la referencia a la tolerancia de Al-Andalus y en lo político por la invocación de la "Alianza de civilizaciones", aunque haya atribuido la iniciativa erróneamente a Turquía. O sea que mira por donde, los gorgoritos de Leire Pajín hablando de la coincidencia astral entre los mandatos de los señores Obama y Zapatero no son tan limitados y paletos como los vio el muy limitado, paleto y engolado señor Mayor Oreja.
Obama ha admitido que los Estados Unidos han torturado y han quebrantado derechos humanos en Guantánamo y ha reconocido que en Irak tomaron la decisión equivocada pues, en lugar de la guerra, debían haber acudido a la diplomacia, que era lo que todos los demás, excepto los señores Blair y Aznar, les urgieron a hacer. Pero esos reconocimientos, lejos de disminuir o debilitar la imagen de los Estados Unidos, la fortalecen y la ennoblecen. Al menos a mis ojos.
Se nota que el presidente de los Estados Unidos es demócrata y es negro. Se acabó el reinado de los criminales imbéciles que primero disparaban y luego preguntaban. Y, a propósito, parece que el señor Aznar vuelve a sembrar veneno sobre los responsables del 11-M. Por el mismo precio a lo mejor puede volver a decir que sí, que había armas de destrucción masiva en el Irak.
(La imagen es una foto de jmtimages [is it Friday yet??], bajo licencia de Creative Commons).