La izquierda se bate en retirada en Europa. Estas elecciones al Parlamento europeo pueden ser su toque de difuntos. ¿Qué fue de los otrora orgullosos y triunfantes partidos socialistas y socialdemócratas europeos? Parecen fantasmas del pasado. Su visualización está hoy ligada a fenómenos de hace una docena de años, no más, pero que parecen del pleistoceno. La Third way de Tony Blair (Tony... who?), como el Dritter Weg, de Gerhard Schröder (Gerhard... wie?) carecen de toda consistencia conceptual. Ya no la tenían en su origen, en virtud del principio del tercio excluso pero ahora la carencia se ha hecho clamorosa. De hecho el laborismo británico, reducido a la peligrosísima tercera posición en las elecciones municipales, puede augurar un cambio decisivo en el sistema de partidos ya que el político, encuadrado en el principio mayoritario, no es tan fácil de cambiar. En Alemania, la escisión de Oskar Lafontaine entraña cierto riesgo de supervivencia para el viejo SPD. De los socialismos francés e italiano merece poco la pena hablar. El italiano, después del sórdido asunto de Bettino Craxi, no volvió a levantar cabeza y el francés quizá tuvo su última oportunidad con Segolène Royal pero hoy puede verse despedazado entre lo izquierdistas de Olivier Besancenot o y los centristas de François Bayrou. El socialismo europeo está en crisis. Gobernar lo hace en Portugal, Austria y Noruega, países poco decisivos en Europa y uno de ellos, encima, fuera de la Unión Europea, como lo está Suiza. En los demás países europeos occidentales excepto en España el socialismo es una dimensión política en decadencia. Y no parecen signos de que vaya a a salir de ella.
Este fenómeno debe de tener algún tipo de correlación con la actual crisis económica. Sin embargo, la manifestación externa viene a mostrar lo contrario. Es en los momenos de crisis cuando deberíamos esperar socialismo pero nos llega conservadurismo. En España está por ver pero lo cierto es que según va pasando la crisis, la oposición va cobrando fuerza. En el resto de Europa, el viejo socialismo no suele ser mas que un nostálgico recuerdo. En los años noventa, a raíz del hundimiento de la Unión Soviética, el comunismo salió del escenario político normal: unos renegaron del partido, otros lo disolvieron y otros, por fin, lo mantuvieron en todo ese tiempo. como el que mantiene una reminiscencia cuando no el brazo incorrupto de Santa Teresa o la momia de Lenin. Hoy parecería que es el socialismo quien tiene que librar una intensa batalla histórica por la legitimidad de un símbolo, el socialismo, la izquierda.
Por lo demás, el panorama teórico de la izquierda se ajusta como un guante a la concepción de la filosofía postmoderna: nada de relato único, de verdades absolutas, de necesidad o generalización históricas, nada de pretensiones de validez universal, nada de Kant. La izquierda es, así, un pensamiento fraccionado que ella misma tiene que disimular diciendo que no está fraccionado sino que es una situación plural: por plural ha de entenderse una situación en que conviven convicciones distintas y hasta contradictorias sin conflicto, muchas veces al borde del caos pero sin que pase nada porque la condición es que la convivencia lo sea en la inoperancia. Es lo que se llama la multiculturalidad, feliz estado de promiscuidad civilizatoria en la que distintas formas de entender la acción humana conviven en cuanto que se ignoran. Cuando, por algún motivo, levantan acta de la mutua existencia, se entredespedazan en una guerra de todos contra todos.
Lo dejo de momento aquí. Mañana veré las relaciones entre izquierda y socialismo, ecologismo, feminismo, pacifismo y (a modo de contundente resumen) capitalismo. Hasta mañana.
(La imagen es una foto de Roberto Rizzato >pix jockey< , bajo licencia de Creative Commons).