divendres, 27 de març del 2009

En el País Vasco.

Parece que ya está casi cerrado el acuerdo entre el PSE y el PP que permitirá que el señor Patxi López sea lehendakari con la presidencia del Parlamento vasco para un militante del PP. Repasando la situación ante un hecho de esta envergadura me encuentro con que:

  • No me gusta que en el País Vasco siga habiendo violencia terrorista que tanto contribuye a falsear los resultados de las elecciones.
  • No me gusta que, a causa de ello, haya de haber una ley de partidos políticos que también los falsea.
  • No me gusta que el independentismo radical no pueda desvincularse de la violencia terrorista y prostituya los ideales de la izquierda.
  • No me gusta que el PNV sea incapaz de abandonar la ambigüedad por la que condena la violencia pero se valga de los votos de los violentos para sus fines.
  • No me gusta que el PNV trate de deslegitimar el gobierno PSE-PP hablando de "frentismo" cuando eso es lo que él ha practicado desde Lizarra.
  • No me gusta que el voto esté tan polarizado y las alianzas sean muy difíciles por no decir imposibles.
  • No me gusta que el PSE haya de aliarse con el PP en cuya voluntad de entendimiento en el País Vasco no confío.
  • No me gusta que el PP pueda condicionar el gobierno del País Vasco.

Son varias las cosas que no me gustan en el País Vasco. Pero, en cambio, hay otras que me gustan y mucho:

  • Me gusta que la democracia, que es alternancia en el poder, funcione y, después de veintiocho años ininterrumpidos en el gobierno, el PNV pase a la oposición.
  • Me gusta que el País Vasco se normalice como un sistema político democrático y no como un régimen de partido hegemónico al estilo PRI de México.
  • Me gusta que se rompa el asfixiante monopolio nacionalista vasco que en su día sustituyó al asfixiante monopolio nacionalista español.
  • Me gusta que, al menos en el País Vasco, el PP muestre tener un sentido del Estado que no exhibe en otras ocasiones.
  • Me gusta le perspectiva de que la experiencia en la oposición fuerce al PNV a retornar a la lealtad a las instituciones y al abandono de la política de la doble baraja.

Ojalá funcione este experimento que quizá sea la última posibilidad de resolver el único obstáculo real que hay a la estabilización de la democracia española. Para lo cual lo único que se requiere es que la población vasca compruebe de hecho que un gobierno nacionalista español no solamente no es antivasco sino que representa un nivel de conflictividad muy inferior al de los gobiernos del nacionalismo vasco.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).