diumenge, 15 de febrer del 2009

Peregrino de la memoria (XLII).

Niños.

(Viene de una entrada anterior de Peregrino de la memoria (XLI), titulada Reverberaciones).

Esteban y Beatriz viven en un piso cómodo aunque no muy grande de una casa que debió de construirse hacia 1930: techos altos, suelo de tarima, puertas acristaladas y molduras en los techos. Toda la familia se encuentra en el comedor, tratando de convencer a los niños para que cenen. Cuando estos me ven saltan de las sillas, al grito de ¡abuelo, abuelo! Sus padres los llaman:

- ¡David!¡Nicolás! Venid aquí, terminad de cenar.

Es inútil; no prestan atención. Soy yo, miserable traidor, quien los hace recuperar sus respectivos lugares en la mesa. Pero recuperar los lugares no quiere decir recuperar la cena porque quieren saber si les he traido algo.

- ¡Cómo no: chuches!

- ¡Chuches! -dicen muy contentos- A ver, a ver.

- Chuches -dice Beatriz en tono recriminatorio.- Primero os tomáis la cena y luego ya veremos las chuches.

- Venga, niños -dice Esteban sin mucho ánimo.

- También he traído pasteles para todos.

- Hombre, buena idea. -dice Esteban- Aunque no deberías preocuparte. Yo con las chuches tengo bastante.

- Las chuches no son para los mayores -dice Nicolás.

- ¡Qué sabrás tú!

- No son para los mayores, son para los niños, ¿verdad que sí, abuelo?

- Claro que sí; lo que pasa es tu padre es un niño.

- No es un niño; es un mayor.

- Eso cree él también.

Beatriz está cortándole con unas tijeras unos trozos pequeños de filete.

- Venga, coméos la carne.

- ¿Qué tal el día en la Caja?

- ¡Bah, como todos!

- Quieren cambiarla de sección.

- ¡Ah! ¿Sí? -La verdad es que nunca ha sabido en qué sección de la Caja trabaja Beatriz; es más, nunca he tenido una idea clara de cuál es su trabajo. Siempre me ha parecido que consiste en hacer informes, informes de viabilidad, de aceptación, de denegación, al menos por lo que suele contar, si bien es cierto que, gustándole hablar del trabajo, lo que más le interesa son las luchas por el poder en la sucursal en la que está o la competencia con otras sucursales así como los acontecimientos dentro de su agrupación de economistas en entidades financieras, en donde también hay peleas, alianzas y siempre luchas por el poder. Porque todo son luchas por el poder en la sociedad. Que se lo digan a Foucault que lo veía en todas partes. Algo por lo que la gente lucha, por lo que se cometen delitos y, según cómo y dónde, se asesina, se promueven revoluciones y restauraciones, de esas que se escenifican para quedar incrustadas en la historia. Las luchas por el poder en la Caja tienen menos consecuencia pero no menos intensidad. Este cambio, sin embargo, no parece inscribirse en ninguna de esas luchas.

- Sí; cambio de sección. Han creado una exprofeso para gestionar todos los inmuebles que la Caja está absorbiendo por los impagos de las inmobiliarias.

- Bueno, tampoco has cambiado tanto. Estabas en hipotecas.-

- Mamá, ¿qué son hipotecas?

- Anda, muy bien, a ver cómo explicas a un niño qué es una hipoteca.

- Pues una hipoteca...

- ¡Es un hipo que te cagas!

- Oye qué gracioso. Verás, una hipoteca es que nosotros queremos comprar esta casa, ¿vale?

- ¿No es nuestra?

- Pero imagina que no lo fuera y que queremos comprarla y que no tenemos dinero.

- ¿No tenemos dinero?

- Bueno, algo sí, pero no todo, nos falta parte de dinero, ¿qué hacemos?

- ¡Pedírselo al abuelo!

- ¡Hombre! Buena idea -dice Esteban- Estos niños serán banqueros.

- Bien; suponemos que el abuelo nos da el dinero. Entonces ¿qué?

- Nos compramos la casa.

- Con mi dinero, ¿eh? No se olvide.

- Exactamente y ¿qué hay que hacer entonces? ¿No lo sabéis? ¿No lo sabéis ninguno de los dos? Pues hay que devolvérselo.

- ¿Por qué? Él nunca nos dice que lo devolvamos.

- Vale, pues una hipoteca es...

- Déjalo, Beatriz, les importa una higa. Eso es lo grande, que les importa una higa.

- ¡Cómo nos entendemos, papi. En punto a higas, somos las tres generaciones a las que la hipoteca importa una higa.

- ¡Qué suerte!Pero vosotros estáis pagando una.

- Sí, pero es cómoda. Es de hace ya unos años, desgrava y Beatriz organiza las cosas de cine.

- O sea, que ganáis dinero con ella. Vale mucho Beatriz.

Me cae bien mi nuera. Tiene una personalidad fuerte y mucho sentido práctico pero, al tiempo, no sé por qué, pienso que seguramente tiene también un lado romántico. Es guapa. De rostro redondo aniñado, un mechón de cabello rebelde se le cruza entre los ojos y ha de retirarselo frecuentemente con una mano. Suele vestir con pantalones y camiseta cuando está en casa pero hoy lleva un vestido entallado y de volantes.

- He estado en una fiesta de la asociación -dice cuando observa que le miro el vestido.

- Pues te está muy bien. Debieras ponértelo más a menudo.

- ¿Verdad que sí? Anda, díselo a tu hijo que hace días que ni me ve.

- ¿No? Pues estás de muy buen ver.

- Si te digo yo que mi padre es un ligón.

- ¿Qué es un ligón?

- Que no hables así delante de los niños porque a ver qué les dices.

- Un ligón es una hipoteca que se ha ido de viaje.

- ¿Y por qué se van de viaje las hipotecas?

- A ver mundo.

- Bueno, ya está bien. Los niños tienen que ir a dormir.

- ¡No queremos ir a dormir! ¡Queremos estar con el abuelo!

Aprovecho el nuevo tema de discusión para repartir las chuches y poner en práctica el protocolo de dormir-con-el-abuelo que funciona bastante bien pues consiste en que les pongo los pijamas, los acuesto a cada uno en su cuarto y me quedo un rato hablando con uno de ellos (cosa por la que también suele haber discusión) hasta que se duermen. Después retorno al comedor, en donde ambos han levantado la mesa y están viendo la televisión mientras toman un café. Beatriz me ofrece uno y me pregunta si quiero beber algo más. Pues sí, claro: un whisky. Me gusta el whisky mezclado con coca-cola, cosa que ya me ha costado más de una discusión con alguno de esos puristas del whisky que deben de creer que se trata de la ambrosía de los dioses y condenan con las penas del infierno a quien no lo beba según los cánones que se han inventando, como todos los cánones.

Beatriz y Esteban hacen una buena pareja. Él también tiene algo aniñado en su figura, en su modo de cortarse el pelo y de vestirse, pero también es persona de gran estabilidad emocional y fuerte sentido de la responsabilidad, aspectos ambos muy tranquilizadores para un padre, siempre preocupado por cómo vaya a sus hijos.

- ¿Tienes algún viaje en ciernes?

- Sí uno pasado mañana. Un grupo a Petra, Siria y Jordania.

- Eso lo bordas tú.

- Un día teníais que veniros a Petra. Es un sitio increíble.

- ¿Y quién se cuida de los niños?

- Son unos días. Pueden quedarse con Leticia.

- Voy si me prometes algo: que vas a empezar a viajar menos. No te vemos nunca.

- De eso ya hemos hablado.

Se ve que ha sido objeto de discusión seria en la pareja. Beatriz se levanta con la taza de café en la mano.

- Me voy porque sé que queréis hablar en privado.

Yo no lo sé. Todavía no sé por qué estoy en casa de Esteban. Por un libro que estaba leyendo al parecer creo que me dijo.

- Sí, exacto, es un libro del que quiero hablarte o quizá que me hables tú.

- ¿Por qué?

- Es un libro en el que se habla de tu madre, de mi abuela.

(Continuará).

La imagen es una viñeta de Abrey Beardsley (1894)