dimecres, 21 de gener del 2009

Decíamos ayer...

En una entrada titulada La mafia madrileña ya se comentaba la afición detectivesca del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid. Y El País golpea el hierro caliente con un reportaje en el que se asegura que el Gobierno de Aguirre espió al vicealcalde de Madrid durante la fase de mayor encono en el enfrentamiento entre partidarios de Aguirre y partidarios de Ruiz Gallardón en la pelea por la posible sucesión del señor Rajoy.

Supongo que la señora Aguirre tomará rauda el camino más corto al juzgado de guardia a tenor de la contundencia mostrada ayer para hacer lo propio cuando se supo que alguien había estado espiando al vicepresidente de la CAM, señor González. Da toda la impresión de que los responsables políticos últimos del espionaje quieren averiguar cómo lo han hecho. Y ya es extraño.

Es como si de pronto se hubiera desatado un frenesí de espionaje que pone a la CAM a la altura de una especie de departamento del Komintern y el Kominform con los agentes secretos fotografiando a los directores generales cuando van al retrete. Bromas aparte, de ser cierto lo que dice El País, esta gente es capaz de todo. Por supuesto, lo del Tamayazo se entiende ahora mucho mejor. Probablemente ya habían ejercido sus habilidades en el pasado y estaban al cabo de la calle de por dónde atacar a los dos diputados autonómicos cuyo cambio de voto arrebató el gobierno de la Comunidad a los socialistas. Lo bueno es que ahora los pavos que anden en la aventura tendrán enfrente a otro Fiscal General, uno que hará lo que tenga que hacer en cumplimiento de la legalidad.

El Watergate fue un escándalo en el que el Partido Republicano espiaba al Partido Demócrata. Un delito. En este caso, de ser cierta la información, se da el mismo delito y un plus de estupidez porque se espía al propio partido. El caso es que este servicio secreto al estilo de la T.I.A. ha conseguido ganarse la enemistad de todo el mundo. No solamente del otro partido (que dirá que si se espían entre sí, qué no habrán hecho con la oposición) sino del sector espiado del propio partido. Y, por supuesto, esas actividades ilegales y delictivas de espionaje se financian con dineros públicos. Los contribuyentes costean que un politiscatro acumule información en busca de algo comprometedor sobre un rival del mismo partido.

Este asunto es muy gordo y ya al margen de lo que suceda en Cajamadrid, en donde los populares verdaderamente liberales están dando un espectáculo de no intervencionismo, la señora Aguirre Gil de Biedma debe ir pensando en dimitir. Por espiar o permitir que se espíe en su nombre y beneficio.


(La imagen es una foto de jovike, con licencia de Creative Commons).