dijous, 16 d’octubre del 2008

Otra vez para abajo.

De "ajuste técnico", de bajada transitoria para realizar beneficios, nada de nada. Esta madrugada, mientras el señor McCain volvía a insultar al señor Obama, demostrando su recia casta neocon, el índice Nikkei de Tokio bajaba un diez por ciento y la bolsa de Hong Kong casi siete por ciento. Si como se sabe Ex Oriente lux, (en este caso Ex Oriente tenebras), cuando abran las bolsas europeas aparecerán iluminadas por esa luz lívida del continuo hundimiento de los valores en otra oleada de pánico. Los profetas de la corrala volverán a augurar que se acerca el fin del capitalismo, a punto de hundirse en una crisis general pronosticada por los marxistas desde hace más de cien años y que se ha hecho esperar. Pero nunca es tarde, dirán, si la catástrofe es buena.

Otros se lamentarán amargamente de que estas caritativamente llamadas "turbulencias" no parezcan tener más fin que capacidad manifiestan los expertos y analistas para encontrar alguna explicación. Porque, santo cielo, ¿no se ha hecho ya todo lo humana (y estatalmente) posible? ¿No se han asegurado ya los depósitos de los ahorradores, la liquidez de los bancos, los dividendos de los accionistas, los salarios de los ejecutivos y hasta el botín de los ladrones? ¿Qué más hay que hacer ahora?

El capitalismo no se hunde no por nada sino porque no tiene en dónde hacerlo y las turbulencias mantenidas no son tan difíciles de explicar. Incluso creo que ya lo aventuramos hace unos días: al margen de que las medidas adoptadas para resolver la crisis financiera den o no los resultados apetecidos (que está por ver) viene ahora la crisis de la economía real, la recesión y los mercados que no son tontos (pueden ser codiciosos o despiadados, pero no tontos) se dicen que si todo el dinero está pillado por los bancos, ¿de dónde saldrá el necesario para hacer frente a la crisis de la economía real? ¿De dónde el dinero para inversiones, obras públicas, gasto social?

Ayer, con el G-8 en Washington y la Unión Europea en Bruselas pidiendo al unísono un nuevo Bretton Woods, el camino parecía expedito para la recuperación. No lo estaba y habrá que trabajarlo mucho. Entre otras cosas porque el primer Bretton Woods, que tan buen resultado dio en la posguerra, no se dependía solamente de la existencia de las dos entidades financieras internacionales, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, sino de una disciplina basada en la paridad fija del dólar que saltó por los aires en 1971 y abrió el convulso mundo contemporáneo en el que no podrá restablecerse estabilidad alguna mientras no se implante algún nuevo tipo de disciplina. Como ésta seguramente no vendrá dada por un sistema de paridad, habrá que crear instituciones financieras con fuerza coercitiva necesaria para ello lo cual, a su vez, no es posible sin un orden político y jurídico internacional distinto.

Así las cosas, ¿por qué no ir ganando tiempo para atajar la crisis de la economía real obligando a los bancos a emplear sus nuevas disponibilidades en el sentido que marquen las autoridades políticas favorable a la recuperación económica? Esto es ¿por qué no emplear los bancos ya nacionalizados de hecho como instrumentos de la política económica de lo gobiernos? Si de este modo moderan sus beneficios o incluso no los tienen, esa sería su aportación a la necesidad colectiva de restringir dispendios. Y ya que estamos en ello, ¿por qué no meter mano decididamente a la economía sumergida que sólo en España, según Hacienda, supone 240.000 millones de euros? Esa sí que sería una inyección de liquidez que todo el mundo recibiría como agua de mayo.

(La imagen es una foto de Claudecf, bajo licencia de Creative Commons).