La pelea entre el juez Garzón y el fiscal Zaragoza se dirime en dos planos: uno formal o de procedimiento y otro material o de substancia. No siendo jurista ya dije que el primero, lleno de argucias, triquiñuelas y trampas, no me interesa y confío en que la instancia competente lo decida. Pero el segundo, el de la cuestón de fondo, sí me interesa y mucho. Al respecto no salgo de mi asombro cuando oigo o leo que el recurso del señor Zaragoza destruye la argumentación del juez Garzón, que es mucho mejor, más sólido, etc. Quienes tal dicen no deben de haber leído el auto del juez que es mil veces mejor que el recurso por tres razones: 1ª) porque el recurso es inconsistente y hasta contradictorio, como ya expuse en el post del 21 de octubre, titulado La ley y la Justicia; 2ª) porque no hay un solo argumento en el recurso que no lo hubiera planteado y resuelto antes Garzón en su auto; el recurso no hace otra cosa que repetir el auto pero en negativa; 3ª) porque el texto que es verdaderamente innovador, con energía, con categoría intelectual, que abre perspectivas a una interpretación avanzada del derecho es el auto del juez; el recurso del fiscal es un refrito que consagra una visión estrecha, negativa y, en el fondo injusta, del derecho.
(La imagen es una foto de sagabardon, bajo licencia de Creative Commons)