dimarts, 12 d’agost del 2008

Este siglo perverso.

Los creyentes en la religión católica y los ministros de su culto se relacionan entre ellos en multitud de ocasiones en acontecimientos de índole privada (como sus misas y otros actos litúrgicos, sus catequesis, etc) que a veces tienen una visible proyección pública (sus procesiones) en virtud de la tradición y de los privilegios de que goza el catolicismo en la sociedad española no sólo por ser la confesión religiosa mayoritaria de la población, como dice con cierta hipocresía la Constitución vigente, sino porque la Iglesia ha estado incrustada en el poder político durante las nueve décimas partes de la historia de España desde la caída del Imperio romano. Una Iglesia que era parte del poder político, del siglo y, al mismo tiempo, tronaba contra él desde los púlpitos pues el siglo siempre es pecado.

Algunos de los actos de relación entre los creyentes católicos y sus pastores alcanzan el ámbito de lo público normalmente porque los medios, que meten sus narices en todo, consideran que lo que allí se dice en un momento dado no deben escucharlo solamente quienes, en mayor o menor número acudan al acto en concreto, sino el conjunto de la sociedad. Adiós ámbito privado. De este modo me he enterado en 20 Minutos de que el obispo de mi diócesis, Monseñor José Sánchez, avisa del peligro de que las fiestas populares pierdan su sentido religioso y degeneren en vaya Vd. a saber qué orgías de desenfreno donde se rinda culto a Belial o Luzbel y, en todo caso, a Mammon. Parece que este aviso se leerá en todas las parroquias de la diócesis como carta pastoral el próximo día diecisiete. Pero, como se ve, la pastoral de marras ya anda revoloteando por círculos laicos.

En principio el asunto es baladí. Avisar de los males del siglo es lo que hace normalmente el clero católico. Hay que estar siempre ojo avizor, como las vírgenes prudentes (una parábola especialmente querida por los curas) para no acabar celebrando como un gentil una festividad que recuerde algún martirio, la muerte del Señor o algo así de tremebundo. A los curas les fastidia que la gente se divierta y se olvide por un instante de este valle de lágrimas. Hasta aquí lo normal, lo que cabe esperar de la jerarquía. Luego la gente hace lo que quiere. Piénsese en la atenciónque prestan los católicos españoles a su Iglesia en materia de procreacion teniendo en cuenta la tasa de natalidad de los españoles, que no es igual a la tasa de natalidad española pues aquí entran los inmigrantes.

Lo curioso en este caso no es lo que el prelado sostiene sino cómo lo sostiene, con qué argumentos o basado en qué premisas. Así dice Monseñor Sánchez cargándose de razón que "La mayoría de las fiestas que celebramos en nuestro ámbito cultural e histórico tienen origen cristiano, independientemente de que algunas fueran colocadas coincidiendo con fiestas paganas o ancestrales para contrarrestar el influjo de religiones superadas o de supersticiones".

Está claro que es un discurso para sus seguidores. Aquí lo interesante no es cómo y por qué se substituyeron muchas fiestas paganas por otras cristianas/católicas sino las razones que Monseñor aduce y los términos que emplea. De un lado, "religiones superadas", un concepto difícil de digerir. Superadas ¿en qué? ¿cómo? ¿Superadas como la teoría geocéntrica o la existencia del flogisto? ¿Superadas como las plusmarcas olímpicas? ¿Superados como algunos estilos artísticos? De otro, la superstición. Si se entiende por superstición una creencia no fundamentada en la razón está claro que la Iglesia católica es el templo mismo de la superstición. Pero no es a ella a quien se refiere el prelado porque para él, como para sus fieles, es supersticiosa toda creencia no fundamentada en la razón... ni en la revelación cristiana. La religión revelada (sus misterios, sus fiestas y el saber y la autoridad de sus obispos) no depende de la luz de la razón, sino de la de la fe. La fe en otras religiones está "superada" o es falsa, superstición.

Ya saben los fieles de la diócesis de Sigüenza, mis codiocesanos: pueden divertirse, pero sin olvidar el espíritu religioso de las fiestas, siempre tan alegre y divertido. Y procurando no confundir la verdadera religión con religiones "superadas" o "supersticiones". Como si hubiera algún parecido entre la creencia en que los gatos negros traen mala suerte y la de que para encontrar trabajo hay que encomendarse a San Pancracio.

(La imagen , una procesión ante la catedral de Sevilla, es una foto de Lanpernas 2.0, bajo licencia de Creative Commons).