Este Mendoza es un grandísimo escritor de pura cepa hispánica, irónico, equilibrado, inteligente, con muchísimo oficio y un estilo tan refinado que no se nota; un caballero de las letras, si se quiere y se puede hablar así; un caballero andante de las letras. Le encanta el artificio, el misterio, la intriga, como en el Caso Savolta o la Cripta Embrujada, que se pueden mezclar con alienígenas, como en Gurb, o con el mundo clásico, como en esta divertida novela (El asombroso viaje de Pomponio Flato, Seix Barral, Barcelona, 2008, 190 págs) de los tiempos de Cristo.
El protagonista, Pomponio Flato que en realidad es Pomponio "el pedorro" recorre Palestina al ruido de sus ventosidades y flatulencias producidas por su manía de probar las aguas de los más remotos ríos en búsqueda filosófica del manantial de la eterna juventud o algo así. Ya se sabe: te echas a andar en demanda del Grial y te encuentras en mitad de la mierda. Aparte del estricto valor filosófico de esta observación, hay en ella un elemento pantagruélico que también está presente en el estilo de Mendoza. Hay que ver con qué naturalidad se daba por culo la gente en el siglo I d.d.C., según dice nuestro novelista que, a veces, recuerda al Apuleyo del Asno de oro.
Arranca la novela en estilo epistolar. Pomponio, de viaje al 0riente, escribe a un amigo que queda en Roma y le cuenta su prodigiosa aventura en Nazaret. El estilo epistolar se diluye al poco de arrancar en una narración normal en primera persona y sólo de nuevo hacia el final, cree el autor necesario recordarnos que el relato era epistolar. Me parece una muestra de la madurez de estilo de Mendoza. No hace falta repetir el relato de los hechos, basta con una pincelada, al modo impresionista.
No destriparé la trama de la historia porque ésta tiene sólida base: Pomponio acepta el encargo de demostrar que el humilde carpintero José, condenado a muerte por el asesinato del rico Epulón es inocente. Quien le hace el encargo y lo acompaña en sus andanzas por cumplirlo es un niño, hijo del carpintero, que se llama Jesús y el encargo lo hace en demanda de su madre, María. Y aquí salen muchos personajes familiares a quienes se interesan por lo que la Iglesia llama la "Historia sagrada": escribas, fariseos, nabateos, samaritanos, griegos, grandes sacerdotes, hetairas, bandidos, legionarios, procuradores romanos, Juan el Bautista, su padre Zacarías, su madre Isabel, Barrabás, los dos ladrones, Lázaro (el de la parábola del rico Epulón, una especie de pícaro sinvergüenza que vive de sus pústulas) y, por supuesto, José, María y Jesús.
El equites Pomponio Flato, fisiólogo itinerante, seguidor de Aristóteles, va desgranando sentencias a lo largo del libro que valen su peso en oro. Y algunos relatos especialmente simbólicos del duro mundo del pasado en relación con los aspectos mendocinos que comento. Pomponio describe cómo son las tribus que habitan cerca del Vístula, a donde ha ido a probar las aguas de un río que insuflan capacidad para pronunciar oráculos extraordinarios. Desde luego, no es su caso. Estos habitantes queruscos rinden culto a Thor, dios de las batallas, y su caudillo es siempre el varón más aguerrido, más audaz y más diestro en el manejo del hacha. A éste, mientras conserva la fortaleza, todos le respetan y obedecen y le dan por el culo sin esperar a que él lo solicite. Pero cuando sus fuerzas empiezan a menguar, lo despojan de todo rango y lo uncen a una noria, donde acaba sus días dando vueltas sin cesar." En lo que parece que hemos ganado moralmente a los siglos pretéritos es en que hoy no hay Vae victis!
Nada, una novela alegre, optimista, irónica, distanciada. Muy grata de leer.