Hace unos días un tribunal de justicia condenaba por el delito de injurias graves a 36.000 euros al señor Jiménez Losantos, locutor de la COPE, cadena de la Iglesia católica. El condenado ha recurrido la sentencia y, en tanto esperamos el fallo del tribunal superior, el señor Jiménez Losantos se beneficiará de la presunción de inocencia (un derecho que él no ha reconocido a los demás), de forma que, de momento, el presunto delincuente a sueldo de los obispos, es una persona honorable.
Hace poco se ha sabido que otro tribunal de justicia ha dado orden de ir adelante con otra querella por injurias y calumnias interpuesta por don Juan Luis Cebrián contra el mismo presunto injuriador en la cadena obispal. Y, para redondear la operación, ayer se decía en el 20 Minutos que el señor José Antonio Zarzalejos también interpuso en su día querella por injurias contra el citado presunto delincuente, señor Jiménez Losantos al que pide 600.000 euros de indemnización y otras penas accesorias y que, en principio, el señor Jiménez volverá a sentarse en el banquillo el próximo miércoles y con él, quiera o no, la jerarquía eclesiástica que, luego de la primera condena decidió mantener al frente de su radio al presunto, arrostrando la posibilidad de que se la siga vinculando a la repugnante práctica del insulto y el matonismo radiofónicos.
Ignoro qué harán los obispos si, como es probable, el señor Jiménez Losantos es condenado y si seguirán manteniéndolo en su puesto, pero no hace falta que diga que la noticia de los nuevos procesamientos me parece excelente y que ayuda a creer en el Estado de derecho y el funcionamiento de las instituciones democráticas. No porque uno desee la desgracia ajena sino porque el tal señor Jiménez era (y es, en tanto los ciudadanos no le paremos los pies, como están haciendo los señores Gallardón, Zarzalejos et al.) un ejemplo vivo de lo que NO debe hacerse en democracia, esto es, insultar a todo el que no se le someta, agredir verbalmente, hacer irrespirable la atmósfera política, ejercer una especie de terror mediático, de abuso sin límites, amparado en la ventaja que da una radio y un par de millones de audiencia. O sea, para entendernos, una peste, y el que lo dude que eche una ojeada a la cascada de vituperios e insultos que a lo largo de dos años ha dedicado este individuo al señor Zarzalejos, desde "traidor" a "cenutrio" pasando por "detritus" o "escobilla para los restos".
La verdad es que, leyendo esta sarta de dislates y sabiendo los que, al parecer, ha dedicado a mucha otra gente, está uno tentado de enviar al autor no a los tribunales sino al manicomio. Pero es que el presunto injuriador lleva años lucrándose con su insufrible actividad, haciendo negocio y caja a costa de los demás, de su buen nombre y fama y esto ya no es de locos, sino de muy "listos". No es preciso decir, por tanto, que si vuelve a caer resolución condenatoria y si todas llegan a ser firmes, quedará suficientemente demostrado que el señor Jiménez es un indeseable y que está bien que pague sus culpas. Los 600.000 euros que pide el señor Zarzalejos es una cantidad razonable, quién sabe si hasta modesta, teniendo en cuenta el negocio que ha hecho este sujeto a costa de envenenar la vida pública española y encenagar el buen nombre de mucha gente.
Un brindis por los señores Ruiz Gallardón, Zarzalejos y Cebrián que, con sus querellas están haciendo más que nadie por restaurar un clima democrático y civilizado en España. Ojalá consigamos desterrar para siempre de entre nosotros a esta plaga de encizañadores y maledicentes.
(La imagen es una foto de Danny dmcl, bajo licencia de Creative Commons).