Hay quien dice que el paro es el terrorismo del capital; el terrorismo que ejerce el capital. No hay bombas ni pringaos suicidas ni tiros en la nuca ni secuestros en la selva. Simplemente se cierran las fábricas, se llevan a otro país con mano de obra más sumisa y barata y a la de aquí, que le resuelva el problema el Estado del bienestar, también llamado (¡estos franceses...!) Estado Providencia o Estado benefactor. A los efectos de infundir miedo a la gente la amenaza del paro es más poderosa que una bomba en un supermecado. De todas formas, además, en ambos casos las víctimas son las mismas.
De forma que muy en su papel de jefe de la patronal, la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), el baranda, señor Díaz Ferrán, se pidió ayer el micrófono y anunció que, de seguir las cosas como hasta ahora, a fines de año tendremos un millón y medio de parados más. O sea, a los dos que hay se le suma uno y medio y nos ponemos en tres millones y medio de parados. Piénsese. 3.500.000 parados. Una situación explosiva. Y esto, el señor Díaz Ferrán ¿lo augura? ¿lo teme? ¿amenaza con ello?
Parece como si ese millón y medio de parados más no tuviera un origen en alguna causa exterior que nadie puede controlar sino en la voluntad de los empresarios de que sea así y por si alguien tiene duda, lo reconoce el propio señor Díaz Ferrán cuando dice que reclama al ejecutivo que ponga en marcha las medidas propuestas por la CEOE "para que, finalmente, los empresarios no tengan la necesidad de deslocalizar las empresas, "que es justo lo que no queremos hacer" ¿Queda claro? No quieren deslocalizar pero si el Gobierno no hace lo que dicen, deslocalizan; al deslocalizar, la gente se va al paro. Ya lo han calculado: un millón y medio de trabajadores más en la calle. Haces lo que digo o te monto un Cristo. ¿Se acuerdan de La ley del silencio (On the Waterfront,) de Elia Kazan, con Marlon Brando? Quienes colaboran con los matones tienen trabajo; quienes no lo hacen, no. El desempleo es el arma de los gangsters. Extiendan la práctica a una ciudad, una provincia, región o Estado. Los obreros que aceptan las condiciones del capital tienen trabajo; los que no, al paro. ¿Qué condiciones? Algunas de las que componen el paquete de medidas que el señor Díaz Ferrán soltó ayer en la Asamblea Anual de la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique) con aire de desdeñoso ultimátum conminando a que lo aplique el Gobierno central o las Comunidades Autónomas, el siguiente: aumento de la flexibilidad laboral, unidad de mercado, menos intervencionismo, más desregulación, menor presión fiscal, incrementar el gasto en I+D+i e infraestructuras o la internacionalización empresarial. Traduzcamos esto al román paladino:
flexibilidad laboral = despido libre.
Unidad de mercado = homologación de CCAA.
Menos intervencionismo = y más subvenciones.
Más desregulación = y más subvenciones.
Menor presión fiscal = los impuestos que los paguen los pobres que son quienes se benefician de ellos.
Incrementar el gasto en I + D + i = con dinero público para privatizar los beneficios.
Más gasto en infraestructuras = más autopistas, más puertos, más suelo urbanizable a costa del contribuyente para que los rentabilice la iniciativa privada.
Internacionalización empresarial = los capitalistas no tienen patria; su patria es el capital. ¡Y hubo alguien en el siglo XIX que dijo que el proletariado no tiene patria! Es precisamente lo único que tiene, patria. Y no le sirve de nada.
Por un momento soñé que el señor Díaz Ferrán hablaba de otra forma y vertía propósitos como los siguientes: "Habida cuenta del momento crítico que atraviesa la economía, en aras al bien común, los empresarios, especialmente los de la construcción, que llevamos cinco años forrándonos vendiendo viviendas que, segun los cálculos más solventes están sobrevaloradas en un cuarenta por ciento (ver mi post Más sobre el timo del ladrillo), vamos a bajar nuestros márgenes de beneficios. Igual que pedimos moderación salarial estamos dispuestos a renunciar a nuestros márgenes del cincuenta por ciento y dejarlos en un cinco por ciento en estos tiempos de vacas flacas". El resultado sería muy bueno: con las viviendas y otros bienes duraderos que hayan estado sobrevalorados en la mitad de su precio, se produciría un fuerte aumento de la demanda (todo el mundo compraría) y la economía se relanzaría. Basta con que los empresarios reduzcan sus abusivos márgenes de beneficios a las cantidades habituales en Europa. Pero eso es un sueño. Como el de la cueva de Montesinos. Aquí la patronal lo único que está dispuesta a reducir sos los salarios y los puestos de trabajo. Una forma de terrorismo que se pueden permitir porque en el otro lado ya no hay nadie que la amenace en serio. Los viejos sindicatos han perdido los colmillos a fuerza de rumiar el pasto de la financiación pública y los partidos de la izquierda no tienen interés alguno en enemistarse con el capital, cosa que sucedería si, por ejemplo, dijeran estar dispuestos a hacer lo único que el capital teme: socializarlo.
(La imagen es una foto de Bright Tal, bajo licencia de Creative Commons).