dijous, 31 de juliol del 2008

La filosofía como arma revolucionaria.

Profeso la mayor simpatía por este relativamente joven filósofo francés que, a fuerza de joven y filósofo, cada vez que habla no deja títere con cabeza. Ya reseñé hace poco otra obra suya (otro manifiesto; hay gente muy combativa) en un post titulado Sanos consejos. En este otro (La comunidad filosófica. Manifiesto por una Universidad popular, Barcelona, Gedisa, 2008, 155 págs.) defiende la opción que el entonces profesor de liceo tomó en 2002 de dimitir como tal y abrir su propio establecimiento de enseñanza, la Universidad Popular de Caen, para filosofar y enseñar a filosofar de acuerdo con sus postulados y convicciones, la más importante de las cuales es la exigencia de adecuar la vida que uno hace a la filosofía que predica. ¡Hasta dónde ha llegado la aceptación de la hipocresía reinante que hay que señalar como una audaz originalidad el enunciado evángelico de por sus frutos los conoceréis (Mt. 7, 20) y aunque parezca un contrasentido apoyarse en los Evangelios para hablar de un hombre tan anticatólico y arreligioso como el autor de la Ateología.


Es su propia concepción de la filosofía la que Onfray enseña en Caen, su concepción de la filosofía como arma revolucionaria, pero no la revolución en sentido clásico, como una gran movimiento colectivo que transforma la realidad social gracias a la obra de una vanguardia ilustrada como el proletariado (p. 152), fenómeno que ya no es esperable en la posmodernidad, sino la revolución en el sentido de Deleuze, como el devenir revolucionario de los individuos (p. 30), la capilaridad de la revolución en la misma existencia cotidiana de la gente. Una concepción que tampoco anda tan lejos del fin de la historia del denostado Fukuyama.

El libro se divide en dos partes. En la primera se procede a desmenuzar las principales "miserias de la filosofía". La segunda, titulada "elevar la filosofía", supongo que con el doble sentido del élever francés como "elevar" y "educar", aunque no estoy seguro pues la traductora, Antonia García Castro, no dice nada y yo no dispongo del original francés, explica su concepción alternativa del filosofar.

La primera parte cuestiona los conceptos habituales de filósofo y filosofía. Sostiene que no son filósofos necesariamente quienes profesan como tales con su correspondiente titulación sino también aquellos que se niegan a ser considerados miembros de la comunidad filosófica, habiendo hecho alguna aportación de importancia a ésta. Una conclusión muy congruente con su idea de que la Filosofía es una actividad reflexiva y de meditación que da lugar a una existencia en consecuencia (p. 38). La historiografía se ha encargado después de fabricar el tipo aceptado del filósofo como, entre otras formas, el "intelectual orgánico" (p. 43) encargado de convertir a los individuos en "ciudadanos" sujetos a la Nación (p. 46). Esa historiografía se corona con el proceso que Onfray llama de "institucionalización" de la Filosofía, que pone a ésta al servicio del poder, desde Platón a Sartre, en un intento por emascularla (p. 62) frente al que siempre se alza otra estirpe de filósofos, los de la tradición de Diógenes (p. 56). Entre ambas no hay término medio.

Frente al tipo clásico en la enseñanza, la última manifestación de la deformación filosófica corresponde al "modelo mediático", los llamados "cafés filosóficos", especie de tertulias donde todo el mundo se cree autorizado a dar una opinión sin la más mínima poreparación: ¿Qué individuo se retrae hoy, alegando una información incompleta, cuando se le pide su opinión sobre el arte contemporáneo, la bioética o incluso la globalización y sobre todo si jamás dedicó una hora de su vida a reflexionar al respecto? Nadie." (p. 89)

La segunda parte del libro/manifiesto es propositiva. Propone Onfray (y cree haberlo conseguido en su Universidad Popular de Caen) devolver la filosofía al pueblo (p. 112), cartografiar el nuevo territorio y dar un mapa enriquecido (P. 117). Todos tienen derecho a la filosofía y para ejercerlo no son necesarios diplomas o títulos, sino solamente deseos de acercarse a ella y un claro proyecto de "construirse a sí mismo" (p. 118). De nuevo una prescripción moderna de gran originalidad que no es sino eco del viejo mandato délfico en que se origina el filosofar de "conócete a ti mismo".

Por descontado, esta filosofía huirá del lenguaje técnico, se expresará en un lenguaje sencillo (p. 125) y será capaz de articular la finalidad de Onfray de conseguir un "elitismo para todos" (139) algo que me recuerda lo de la "hidalguía universal de los vascos", cosa que se consigue en su Universidad Popular de Caen que no solamente no es un "café filosófico", sino lo contrario, un lugar donde se enseña a filosofar con congruencia y profundidad, un regreso a los individuos y las microsociedades electivas. La perspectiva de la Universidad popular no es marxista sino libertaria (p. 152) .

Por último la obra de Onfray propone otra definición de la filosofía y una práctica alternativa basadas en los elementos siguientes que le sirven de conclusión: ir en contra de 1) la exclusiva legitimidad escolar y universitaria; 2º) la historiografía clásica; 3º) la reducción de la Filosofía a una classe terminale; 4º) la confiscación de la Filosofía por "profesionales incestuosos"; 5º) la deformación de la filosofía con fines de psicoterapia de grupo en los cafés filosóficos." (pp. 153/155).

El programa revolucionario de la filosofía consiste en el retorno a una teoría y una práctica clásicas.