Daba servidor por supuesto que, al conocerse la sentencia del Tribunal Supremo sobre el 11-M, cesaría la payasada de los bulos de los de la kangoo, el bórico, la cadena de custodia, la dinamita y el Conde de Montecristo. Era mucho dar por supuesto. Me entero leyendo El Plural de que ayer hubo zafarrancho de combate en la COPE, en donde llamaron a las cosas por su nombre y declararon que el "régimen" ha dejado de ser un Estado de derecho. Si no es un Estado de derecho será una dictadura y una dictadura de los jueces dado que lo que enfurece a estos genios de la conspiración es una decisión judicial. ¡Caramba!
¿No será que, conmemorándose ayer el deciocho de julio, aniversario del Glorioso Alzamiento Nacional, a los intervinientes en el programa se les disparó la lengua? ¡Ah! ¿Quién lo diría? Setenta y dos años ya y aquí estamos, como en el primer día, dispuestos a cambiar de régimen. Con la Iglesia se cuenta, pero no con los militares ¡Malhaya la OTAN, cuna de masones, que ha convertido a los militares españoles en una especie de militares-civiles! Si no es por la OTAN ya estarían los cuartos de banderas en los cuarteles en ebullición. Ahora hay una expectativa razonable de carrera por los meandros de la Alianza y los oficiales más fogosos, que quieren entrar en acción, se apuntan a las misiones humanitarias, para llevar una vida de milicia posmoderna.
En fin, que dictamina el señor Trillo que nos quedamos sin saber quién fue el "autor intelectual" de la barbaridad del 11-M. Es que no es fácil encontrar "autores intelectuales" distintos de los materiales. ¿Quién fue el autor intelectual del asesinato del archiduque Francisco Fernando, en 1914? Quizá pueda decirse que el del atentado de Mateo Morral fuera Francisco Ferrer, aunque el tal Morral actuaba por su cuenta, pero ¿quién fue el autor intelectual del asesinato de Carnot, de Cánovas del Castillo o de Abraham Lincoln? ¿Quién el de la matanza de Peterloo? ¿Quién el del Paso de las Termópilas? Los autores intelectuales separados de los materiales no caen del cielo. Por lo general, quien realiza los hechos es quien los ha pensado y planeado previamente, porque suele ser el único de quien él mismo puede fiarse al cien por cien. Véase el caso del Solitario. Planeaba sus operaciones por escrito, como si fueran acciones militares, que en cierto modo lo eran.
Por lo demás, lo único que interesa al Derecho es la autoría material que ya contiene suficiente autoría intelectual en sí misma dado que los seres humanos son responsables de sus actos salvo algún caso excepcionalísimo que no se da aquí. ¿Que, además de esa responsabilidad genérica se quiera ver otra específica, una influencia inductora maligna, como una especie de mesmerización? No creo que nadie se niegue apriori a comprobar cómo efectivamente algún fenómeno paranormal resulta real. Pero hay que demostrarlo; hay que probar que las mesas se mueven solas, las cucharillas se doblan también solas, las velas se apagan sin aire y el ácido bórico, además de matar cucarachas, mata cristianos. En tanto no suceda tal cosa, los que han puesto las bombas son los que pensaron en poner las bombas, que no es necesario ser muy excéntrico para admitir inferencia tan baladí.
La fábula de la crítica a la "versión oficial" es que ni siquiera es una historia alternativa medianamente creíble. Es más, en algunos momentos ha llegado a ser de cine, como esa "explicación" según la cual los cuerpos de los suicidas de Leganés no son el resultado de la explosión sino que ya estaban allí cadáveres antes de la deflagración habíendo llegado congelados, como un pescado de la empresa criogesa. Francamente resulta difícil de comprender que gente mayor de edad interrumpa sus vacaciones para atorrar el espacio radioeléctrico con ese tipo de majaderías u otras de similar jaez. A lo mejor es que echan tan en falta el "autor intelectual" porque son ellos los que lo necesitan y no lo encuentran; alguien que razone por ellos.
Curiosamente es algo parecido a lo que sucede con los gobernantes, especialmente estos, que tratan de escabullirse de la realidad a base de circunloquios y de anatematizar palabras. Llega un momento en que se quedan sin discurso, como los conspiranoicos, y les vendría bien un "autor intelectual". Está claro que ponerse frente al Gobierno con decisión y firmeza y mucho optimismo tiene buena prensa, pero no basta. Luego hay que decir algo con sentido y, si no se puede echar la culpa al ácido bórico, habrá que buscar algo. El tacto, la buena mano y un poco de suerte ayudan, pero conviene no aburrir al auditorio que tiene tendencia a dormitar. Lo que sucede es que eso que los del ácido bórico tienen que lograr a base de reescribir La guerra de los mundos, el Gobierno lo tiene gratis a cuenta de una realidad turbulenta que lo supera a cada telediario. Es bueno tener las audiencias pendientes de uno pero llega a ser peligroso que vivan en un sobresalto, en zozobra, sin saber qué será de ellas en la siguiente media hora, esto es que vivan en una crisis permanente.
¡Ah, caramba! ¿Quién será el autor intelectual de la crisis? Creo que el presidente Rodríguez Zapatero, muy preocupado por hallarlo ha hecho lo que hace siempre en estos casos: nombrar una comisión de expertos. Como con la tele. Luego de seis meses, cuando la crisis sea pasado, la comisión dictaminará, como suele, que un caballo es un dromedario y la crisis no más que una aceleración coyuntural de la desaceleración del crecimiento contrario al crecimiento negativo. O sea, para entendernos, el ácido bórico.
Las mágenes son tres dibujos del Pére Ubu, del mismo Alfred Jarry, de 1903, 1896 y 1897.