La imagen del señor Aznar llegando ayer deliberadamente tarde al congreso de su partido para interrumpirlo y concentrar focos y aplausos sobre su persona fue una maniobra sucia, vil, mezquina, a tono con la talla moral del personaje. Éste se desvivió por saludar, sonreir, palmear, besar y abrazar a lo largo de su recorrido, radiante como una figura estelar en el hall de la fama. Luego, ya cercano a su sitio, se amerengó con el señor Acebes para hacer más patente la displicencia hacia el señor Rajoy y el desplante al señor Fraga, a quien no dirigió la mirada. Una evidente manifestación de un carácter rencoroso y pequeño, perfectamente a juego con la pinta de macarra que se ha echado. En fin, un tesoro para tenerlo en casa. Pero de eso que se cuide su señora, que me parece cortada por el mismo patrón, y vamos a sacar punta a la actitud, los gestos, sonrisas y saludos del tercer gallo de las Azores.
Primero, los achuchones con Acebes deben de haber parecido al señor Aznar suficiente prueba de magnanimidad, solidaridad con el hundido, grandeza de espíritu y bofetada en el rostro de un Rajoy que ha dejado en la estacada a tan seguro como leal servidor. Pero eso se lo parecerá a él. A la vista pública se escenificó un lamentable episodio en el que el señor Aznar se abrazaba a un cadáver desvaído, proclamando así con enojo su propia impotencia, su incapacidad para impedir el laminado de los aznaristas. Bueno, que le busque un empleíto en telefónica, como al señor Zaplana, y con cargo a los bolsillos de los accionistas. Para eso privatizaron Telefónica y se la dieron a los amiguetes, para convertirla en retiro de mandados sin valor de uso ni de cambio.
Segundo, el gélido (adjetivo que usan hoy muchos medios) saludo al señor Rajoy, pública evidencia de que su sucesor, a dedo designado por él, se le ha soliviantado... cuatro años después del dedazo, que tampoco ha sido una súbita rebeldía como las de los pictos contra las legiones. El desprecio a Rajoy, a su criatura, escenificado ante el Congreso en pleno es una humillación gratuita e inútil al hombre fuerte del partido y, si a él no le traerá consecuencias, sí, sin duda, a los suyos y quizá hasta el conjunto de la organización. No faltarán escasos de meninges que piensen que pues los jefes andan a la greña cabe levantar facción por el uno o el otro. Grave error del que sólo será responsable el señor Aznar, incapaz de sobreponerse al despecho que le produce la insólita actutud de su segundón de pretender prescindir de su tutela... cuatro años después de adedazado .
Tercero, el desprecio a Fraga fue estomagante hasta para un izquierdista impenitente como un servidor. Izquierdista que siempre ha tenido a Fraga por un fascista criminal pero que también siempre ha creído que las canas merecen respeto y deferencia, sobre todo si las luce aquel gracias a quien eres lo que eres. Porque este sujeto que ayer se permitió el lujo de ningunear al señor Fraga Iribarne fue a éste lo que el señor Rajoy a él: su ungido. Si de bien nacidos es ser agradecidos, es obvio el tipo de nacimiento del señor Aznar. La medida de la capacidad mental y moral del mancebo nos la da el hecho de que escupa por igual hacia arriba que hacia abajo, que castigue en Rajoy la misma (supuesta) deslealtad que él practica con el señor Fraga y no es supuesta. Eso no es un comportamiento propio de un político y menos de un estadista sino de un granuja mezclado con lo que don Pío Baroja llamaba un "tonto ordinario".
Colofón: el canto del cisne. Este es el final, ahora sí, por fín, de la carrera política del señor Aznar que no solamente no se había retirado de la vida pública, como decía mendazmente, sino que pretendía controlarlo todo entre bastidores, como el padrone mafioso que le gustaría ser. Porque toda esa inmoral escenificación de su pequeño rencor tuvo un público de excepción: los compromisarios del PP, hombres y mujeres del partido que ahora ya saben a qué atenerse y que no dudarán en responder de forma masiva, apoyando a la dirección actual y dejando a los impropiamente llamados "críticos" con las muchas vergüenzas al aire. Y digo impropiamente porque estos no critican nada, salvo que por crítica entendamos el dicterio, la descalificación y la chulería.
Si el señor Rajoy y su equipo no se arredran ante la penúltima muestra de la bajeza moral de su enemigo y salen adelante en el Congreso, se habrán ganado el respeto de muchos ciudadanos y sus perspectivas electorales serán muy otras. Enhorabuena y no desfallezcan, que están a punto de conseguirlo. España necesita un partido de centro derecha, flexible y democrático que no esté sometido a los dictados de un pequeño megalómano.
(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).