El señor Ruiz Gallardón ha hecho ya más por la democracia en nuestro país sentando en el banquillo por injurias graves al locutor señor Jiménez Losantos que todas las prédicas filosófico-morales que puedan largar los profesores de filosofía política en un año.
Porque si la democracia es algo, es forma y procedimiento, es libre y civilizado debate, intercambio de opiniones contrapuestas dentro del respeto entre adversarios. La democracia no es insultar o injuriar a quien no está de acuerdo con nosotros y lo manifiesta educadamente. Y mucho menos insultar e injuriar valiéndose de una posición de fuerza y predominio desde una tribuna pública como una radio o un periódico que llegan a millones de ciudadanos, hacen un daño inmenso al honor de los agredidos, y los ponen en una muy difícil situación para la defensa.
Se entiende qué pretenden los sujetos que recurren a estos detestables procedimientos: amedrentar a los injuriados, generar un clima de miedo en torno suyo, imponerse por la brava, mediante la agresividad y alzarse con la razón aunque no se tenga y también con una buena ganancia económica, como suele ser el caso. Porque si atacar el clima de civilizada convivencia en democracia ya es vituperable, hacerlo encima para lucrarse es inmundo.
En el juicio de ayer se pudo asistir a una buen episodio que podría grabarse para una clase de Educación para la Ciudadanía. El señor Ruiz Gallardón estuvo comedido y firme en defensa de su derecho, que es el de todos los ciudadanos de este país, el derecho a decir lo que pensamos sin que se nos insulte soezmente con evidente abuso de medios. El gesticulante señor Jiménez Losantos estuvo como lo que es, un hombre que lo pone todo al servicio de sus intereses, incluida la dignidad de terceros. Sin empacho alguno se escudó detrás de las víctimas para escurrir el bulto, se presentó a sí mismo como víctima estando allí como victimario y confundió, como hace siempre, la justicia con su política.
Los demás actuaron como tuvieron a bien. De los testigos de la defensa, sólo los señores Alcaraz, Ramírez y Herrero testificaron algo que pudiera ser de valor para el acusado. En concreto el señor Ramírez invocó la libertad de expresión, como si la libertad de expresión fuera compatible con la injuria y la calumnia y, cual suele, pronunció una especie de sentencia paralela anticipada: si los jueces condenan al señor Losantos por injurias graves habrán atentado contra la libertad de expresión. Es lo de siempre: el señor Ramírez hizo lo que pudo con anterioridad a la vista oral para que el señor Ruiz Gallardón retirara su querella y, al no conseguirlo, recurre a la habitual coacción moral sobre los jueces. Por cierto, este señor Ramírez también fue condenado en su día, en 1993, por injurias y calumnias por el Tribunal Supremo, condenada ratificada posteriormente por Tribunal Constitucional. Afinidades electivas.
Los otros testigos de la defensa, altos cargos del PP, atrapados en la disyuntiva entre atender al principio de la dignidad ofendida o auxiliar al presunto injuriador, se decantaron por lo primero. Todos ellos, incluido el señor Zaplana, que fue el más vacilante, se portaron como personas de bien a riesgo, supongo que consciente, de que ahora los insulten y arrastren su nombre por el lodo, como ya empezó a hacer el presunto injuriador ayer llamándolos caraduras.
Cuando sea pública la sentencia, si es condenatoria, si el señor Jiménez Losantos es condenado por injurias graves que, no se olvide, son delito, es decir, si el señor Jiménez Losantos es condenado como delincuente por un tribunal de justicia, ¿qué va a pasar en la COPE?
Supongo que el citado individuo recurrirá una sentencia condenatoria pero, en el ínterin, ¿va a seguir todo igual en La Cope? Los obispos ¿van a seguir permitiendo que un presunto delincuente continue hablando desde los micrófonos de una emisora de la Conferencia Episcopal Española?
En todo caso, repito, el señor Ruiz Gallardón ha hecho muchísimo por la democracia en nuestro país: poner coto a los desmanes y abusos de un matón de las ondas, sostenido por la Iglesia a la que, por cierto, pertenece el acusador, pero no el acusado.
Por lo demás, excelente momento para la celebración de la vista oral, en mitad de la crisis del PP. Una prueba más de que la política y la justicia marchan por sus sendas independientes y que la primera se beneficiará siempre de la acción de la segunda porque es seguro que los partidarios de los señores Ruiz Gallardón y Rajoy, ahora, tendrán que aguantar menos abusos, insultos e iniquidades.
(La imagen es una foto de Dolors Nadal, bajo licencia de Creative Commons).