dijous, 13 de març del 2008

El lado salvaje del capitalismo.

Siempre que pillo una peli de Loach la veo. No es que las haya visto todas porque tiene un montón, pero sí algunas, como La canción de Carla, Pan y Rosas, Mi nombre es Joe, Tierra y libertad, en fin... Es un hombre que tiene una claridad de juicio sobre la realidad de nuestras sociedades, sobre las condiciones reales de vida de la gente y lo expone de forma tan acertada, con tal epíritu cinematográfico, con historias reales que lo dejan a uno impactado. Esto reza con todas excepto Tierra y libertad, en la que me parece que toma partido en los acontecimientos de Barcelona de 1937 por un bando equivocado en definitiva, por puro romanticismo. Esto es, por razones románticas yo también puedo creer que, al machacar a los anarquistas y a los trostkystas, los comunistas reventaron toda posibilidad de revolución en la zona republicana. Pero no se me oculta que, si el enfrentamiento lo hubieran ganado los partidarios de la revolución, no habría zona republicana porque la guerra se habría perdido. La guerra se perdió de todos modos porque era una guerra de una milicia contra un ejército, pero se demoró dos años más; si ganan los de la revolución, duran tres meses.

Las demás películas de Loach retratan la realidad. Ésta, por ejemplo, pone al desnudo el carácter inhumano de la acumulación capitalista. Sólo es posible hacer fortuna explotando a nuestros semejantes, especialmente si son inmigrantes ilegales a los que podemos contratar por nada y, encima, no pagar cuando no nos dé la gana. Los seres humanos en el libre mercado, desamparados por la ley, incluso perseguidos por ella al tratarse de ilegales, no valen nada. Este "mundo libre" es un lugar inmundo en el que el lujo se asienta sobre la explotación de mano de obra en condiciones de esclavitud, circunstancia de la que se aprovechan mafias, delincuentes que explotan la mano de obra a través de agencias de contratación temporal, empresas que han florecido como campo de mayo al amparo de la práctica desregulación del mercado laboral en los viejos Estados del bienestar, en los que apenas queda ya protección jurídico-laboral.

La historia es muy dura y tiene a veces cierto toque melodramático con esa historia del niño que va haciéndose más y más increible hasta culminar en un secuestro inverosímil; el resto por lo demás es, como diría algún protagonista de Loach, fucking real.

Es muy de reseñar una conversación que se da en un banco de un parque entre un padre, honrado trabajador jubilado que vive decorosamente en su modesta jubilación y la hija treintañera, madre soltera que ha hecho de todo en la vida, en todo tipo de trabajos temporales, intermitentes, de mierda en una palabra. Ahí es además donde empieza a verse una trampa perversa en el capitalismo por la cual incluso quien va animado con las mejores intenciones acaba poniendo en práctica las peores sin poder evitarlo. Es cosa de supervivencia.

La historia es muy rápida y está muy bien contada. Los tipos procedentes de los más diversos países. Y un galimatías lingüístico entre el broken english de los inmigrantes y el cokney o semicockney si existe este término de los nativos.

Llama la atención con qué facilidad puede hacerse dinero en nuestra sociedad explotando a los demás. Este Loach es un puto rojo.