diumenge, 24 de febrer del 2008

Erre que erre.

Claro, hombre, claro, ¿cómo iba ETA a dejar pasar la posibilidad de hacerse notar en las elecciones generales? Sería ignorar su esencia profundamente española, que la lleva a no hacer nada por nadie y ayudar lo que pueda a deshacer lo que alguien haya hecho o pretenda hacer. ¿Cómo iba ETA a privarse de uno de sus mayores placeres, consistente en asesinar a la gente a mansalva? Eso sería como ignorar su naturaleza criminógena y su fastuosa afición a la delincuencia. ¿Cómo iba a renunciar a la posibilidad concreta de asesinar a un miembro de la policía autónoma vasca si la considera "traidora" y "cipaya"? Eso equivaldría a contradecir su naturaleza de señoritos fascistas.

La bomba de ayer trataba de asesinar a un ertzaina de una forma especialmente repugnante, por medio de un reclamo. Por fortuna no fue así, pero la intención bien clara está. Todos los planes que idea Eta dejan entrever su fondo de impertérrita, contumaz, maldad y ese veneno hecho de odio y crueldad al mismo tiempo. Este último proyecto no era nada distinto.

Unos granujas, capaces de intentar asesinar a un hombre de esta forma, ¿cómo iban a acordarse de los presos durante la negociación? En los planes de ETA sólo entra la consideración de que los demás deben cumplir la función que se les ha asignado y la de los presos es callarse y seguir cumpliendo condena, quizá hasta el día del Juicio Final. Por eso no es de extrañar que algunos presos protesten; quieren salir cuanto antes. Pero que protesten con cuidado pues, de todos los hipotéticos objetivos de la banda de pistoleros, los que más a su merced están son los presos etarras.

Dice el señor Rodríguez Zapatero que no se arrepiente de haber intentado conseguir la paz; pues a lo mejor debiera hacerlo.