dissabte, 5 de gener del 2008

La españolada.

¡Con cuánta alegría va uno a ver esa maravilla que, dicen, es la ampliación del museo de El Prado, debida al genial planteamiento del arquitecto Rafael Moneo! ¡Con qué satisfacción veremos esas joyas de la pintura española del XIX, tanto tiempo fuera del alcance del público por falta de espacio para exhibirlas! ¡Con qué satisfacción pasearemos por los nuevos espacios, una vez que deje de haber colas kilométricas que obligan a perder horas!

Todo eso, naturalmente, si podemos valernos por nosotros mismos o somos autónomos porque, como seamos discapacitados, tengamos que usar silla de ruedas o llevemos un carricoche de bebé, la cosa se hace imposible a no ser que demos un rodeo entrando desde Paseo del Prado, torciendo a la derecha por la puerta de Goya porque es el único camino de entrada. Todos los demas, exactamente cuatro accesos por escalera, no permiten el uso de sillas de ruedas ni carricoches. Aquí están las pruebas.

Primera escalera, en el extremo izquierdo de la explanada de Goya, la que está en la acera del Paseo del Prado y la más alejada de las taquillas y mucho más de la entrada de la ampliación. Como puede verse no hay rampa ni nada que se le parezca.

Sigamos, pues, por la calle de Felipe IV, en dirección a la Real Academia, dejando a nuestra derecha las taquillas. Aquí tenemos la escalera que rodea la estatua de Goya: ni una rampa. Otra entrada inaccesible a discapacitados, madres o padres con carritos.

Armémosnos de paciencia, sigamos por Felipe IV hacia arriba, recordando el art. 7,1 de la vigente ley 5/1994 de 19 de julio "de supresión de barreras arquitectónicas y promoción de la accesibilidad, que reza:

"La construcción, ampliación y reforma de los edificios de titularidad pública o privada, destinados a un uso público, se efectuarán de forma que resulten adaptados para personas con limitaciones. En los casos de ampliación o reforma, en los que se requieran medios técnicos o económicos desproporcionados con el número posible de usuarios con limitaciones, los edificios expresados en el párrafo anterior tendrán, al menos, el carácter de practicables."
Giremos luego por Ruiz de Alarcón, encontraremos la tercera escalera -¡y menuda escalera!- que da acceso a la anhelada ampliación. Ni una rampa y mira que es larga y hay sitio de sobra para hacerla.

No desesperemos, sigamos Ruiz de Alarcón y llegaremos a la cuarta escalera, la que está pegando a la entrada de la ampliación, la que debería tener facilidad de acceso para descapacitados por ser la más cercana. Ni una rampa.

Resumiendo: si es Vd. discapacitado, lleva silla de ruedas, tiene minusvalía motriz o simplemente va con su hijo en carricoche, tiene Vd. dos opciones: a) no ir a a ver la ampliación del museo de El Prado o b) (si viene Vd. desde Ruiz de Alarcón) dar Vd. un rodeo que Dios sabe cuánto le llevará, para acceder, si puede, por el otro extremo de la explanada, desde el Paseo del Prado que, a las 15:00 del día de ayer, cuatro de enero, presentaba el siguiente animado aspecto, escasamente practicable para nadie con impedimentos.

No me digan que no es de risa: la autoridad es la primera en incumplir la ley, lo que no le impide estar todo el día dando la tabarra sobre cuánto se preocupa por la accesibilidad, la supresión de barreras arquitectónicas y bla, bla, bla.