divendres, 7 de desembre del 2007

Ponnie eta Klyde.

Ayer me quedé corto con la transcripción del Zutabe, (órgano interno de ETA) de diciembre de este año acerca del amok en que incurrieron los dos etarras escapados a tumba abierta, como si fueran Bonnie and Clyde. Hasta había pensado "euskerizar" el título en Ponnie eta Klyde. Al final me dejé llevar por el convencionalismo de estos acontecimientos, que si las operaciones de la organización armada, o sea, la panda de criminales; que si las características del movimiento vasco de liberación, esto es, la movida de los delincuentes; que si el apoyo y el eco popular, es decir, el matonismo callejero por caseríos, villorrios y barrios. Y me limité a simular un sermón teórico etarra acerca de la superioridad de la organización sobre el espontaneísmo de la acción individual. ¡Qué fuerza tiene esa perversa, oscura, canalla convicción de la superioridad de cualquier cosa colectiva sobre cualquier otra individual! Hice mal en no dejar rienda suelta a mi primera intención que fue presentar el comentario como la crónica de una escapada de pacotilla.

El A bout de souffle de los tres vascos que asesinaron a los dos guardias civiles, sobre todo de López y Sánchez, tuvo algunos elementos de la famosa de Bonnie and Clyde en los años de la depresión pero sólo en lo físico; en lo psíquico los dos presuntos asesinos resultaron ser dos mierdas (en terminología chavista) que, tras arrastrar el culo por medio sur de Francia, se dejaron detener sin ofrecer resistencia alguna. Lo de Bonnie and Clyde, en realidad, les es tan ajeno como el sentido de la diplomacia a su paisano, señor Ibarretxe. Esta pareja de presuntos granujas hizo uso de las armas a mayor gloria del pueblo vasco contra dos agentes desarmados pero, cuando tuvieron delante otra cosa, se entregaron como corderos sumisos también, sin duda, a mayor gloria del mismo pueblo, quien ya se ha acostumbrado al último encanallamiento posible, esto es, honrar como héroes a pistoleros y asesinos.

Gloria y loor a la causa que vive de asesinar gente inerme e, incluso, maniatada (como en el caso de Miguel Ángel Blanco) y de entregarse más que a paso cuando hay que demostrar que se tiene lo que hay que tener. Eso es lo que siempre me ha probado que ETA jamás conseguiría nada de lo que decía pretender: que ninguna causa triunfará jamás a lomos de cobardes.

Según parece Ponnie eta Klyde y un tercer elemento, asimismo luchador por la emancipación del pueblo vasco, tenían planeado cruzar la muga y hacer una carnicería de inocentes en algún lugar de España. Cada vez me convenzo más de la estupidez de las teorías conspiranoicas: está claro que ETA no tuvo nada que ver con el 11-M, ni lo inspiró; al contrario, está ahora probablemente inspirándose, ella, en las técnicas de los belicosos mahometinos.

Así pues, esos tres pajarracos, para otros heroicos gudaris (pues los matices morales del ser humano son infinitos), iban a atentar en España, país invasor y depredador (mayores estupideces se leen por ahí a diario) de parte de la dulce Euskal Herria. En la otra parte, la francesa, que está en mucho peor situación en cuanto a reconocimiento de derechos nacionales en lo cultural y lingüístico (en el colmo de la desfachatez jacobina, los vascos en Francia no gozan de ningún reconocimiento institucional; por no existir no hay ni departamento vasco), en la otra parte, digo, no se atenta porque ya se sabe que los franceses te arrean una chufa y te quedas con ella. Esa regla de oro es la que López/Clyde y Sánchez/Ponnie rompieron el otro día con los resultados que a la vista están.

Hay hasta quien habla de la "grapización" de ETA. Válgame el Señor, ¡qué degeneración! ETA "grapizada" es ETA españolizada. Vade retro, pikoleto.

Al hablar de ETA hay que hablar de la lucha contra ETA que, sin embargo, parecen realidades pertenecientes a planetas distintos. Allí donde las fuerzas de seguridad se coordinan y unen esfuerzos para impedir que ETA se reorganice y actúe, los políticos siguen utilizando la lucha antiterrorista como munición para las andanadas políticas. Sobre todo el PP. Cada vez que el señor Rajoy sale diciendo que promete ayuda incondicional de su partido para derrotar definitivamente a ETA quiere conseguir una carambola obvia: de un lado, quitarse el sambenito de haber negado apoyo al Gobierno en la lucha contra ETA; de otro, insinuar que ese Gobierno no tiene voluntad real de acabar con ETA sino sólo de negociar con ella, como repite el señor Mayor Oreja a cuantos quieran oírle (que son cada vez menos) en contra de todos los datos empíricos, racionales, deductivos, inductivos y mistéricos.

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