dissabte, 4 d’agost del 2007

Sodoma/Gomorra

Aprovechando que estamos en la capital por algo importante que no consigo recordar fuimos ayer a ver Auge y caída de la ciudad de Mahagonny, una ópera (bueno, no es propiamente una ópera sino un cabaret con orquesta) con música de Kurt Weill y libreto de Bertolt Brecht con la que han inaugurado el teatro del Matadero de Madrid Mario Gas en la dirección escénica y Manuel Gas en la musical.

Menudo espacio ese del antiguo matadero, unas naves inmensas en ladrillo visto del neomudéjar madrileño que forman un conjunto muy extenso construido en los años veinte, creo, con un sentido del ornamento y la estética que recuerda mucho algunos campos de concentración en Alemania. Ya sé que la comparacón no es muy grata y probablemente está movida por la conciencia del uso al que se destinaron los edificios. Cuando ese matadero se construyó, probablemente para sustituir a unas instalaciones anteriores que se habrían quedado obsoletas y se situaban en donde hoy está El Rastro, que de ahí deriva su nombre, de "rastro de sangre", Madrid ya era una gran urbe y precisaba de unas instalaciones en que se pudiera "procesar" ganado bovino, ovino y porcino por cientos. De ahí las dimensiones del recinto, hoy dedicado a teatro, auditorio de música y otras actividades artísticas.

La ópera es una obra mordaz, grotesca, de crítica destructiva de la sociedad capitalista de los años veinte, donde la ley fundamental es que "todo está permitido mientras puedas pagarlo". Dicha sociedad está representada en la ciudad que erigen unos delincuentes en fuga para forrarse a cuenta de los buscadores de oro que, tras meses, años, de extenuantes trabajos acuden a los bares, garitos, casas de lenocinio a dejarse sus cuartos. Una ciudad de perdición en la que la justicia la administran los tres criminales fundadores de la ciudad: Trinidad Moisés, Willy "el procurador" y Leocadia Begbick y es perfectamente corrupta, una alegoría de Sodoma y Gomorra. De hecho, al final aparece Dios, se escandaliza de lo que ve y vuelve a irse. El ser humano no tiene arreglo.

La obra respira influencias de La ópera de tres centavos, estrenada con gran éxito en 1928, dos años antes que Mahagonny. En buena medida la fórmula de Mahagonny está prefigurada en la otra, delincuentes, putas, chulos y trabajadores. La consigna básica de Mahagonny, "En primer lugar está el zampar/en segundo el fornicar/en tercero el boxeo no olvidar/y en cuarto beber sin parar. Y lo que más claro hay que tener/es que aquí todo se puede hacer", recuerda uno de los coros de La ópera de tres centavos, la "Balada acerca de la cuestión ¿de qué vive el hombre?", en donde se dice: "En primer lugar está el zampar/luego llega la moral" y la Jenny de Mahagonny recuerda mucho a Jenny, la pirata de la otra ópera, que tampoco era una ópera.

Mahagonny, con todo, tiene su propio intríngulis, como crítica de las relaciones sociales capitalistas. La sátira del proceso penal corrupto en que los jueces son los delincuentes es soberbia, como la aparición de Dios y la burla simbólica y medio blasfema de la pasión y muerte de Cristo. Es raro que no haya salido la autoridad eclesiástica pidiendo medidas.

La interpretación Mario Gas es muy ágil y muy rápida, como requiere el teatro de Brecht. Para mi gusto los actores y actrices chillan demasiado para hacerse oír por encima de la música de la orquesta con lo que a veces se organiza un batiburrillo incomprensible. Y Jenny está magnífica. Bueno, yo me moriré teniendo la voz de Lotte Lenya pegada a las mejores canciones de Weill/Brecht. Así que aquí la dejo interpretando Meine Herren, meine Mütter prägte, en que Jenny se niega a pagar las deudas de su amante, Paul Ackerman que en esta versión es Johny Mahoney

La estrofa final reza: "¡Los hombres no son animales!/Cada cual tiene lo que se merece/Nadie se moja por nadie/Y si alguien da de patadas, seré yo/Y si a alguien le dan de patadas, serás tú". Bert Brecht en estado puro.